14/6/2022
Reseña del segundo ciclo. Teorías contemporáneas de la Persona
Juliana Peiró
Francesc Torralba, Carlos Díaz y Mauricio Beuchot propusieron en nuestro seminario su propia teoría de la persona. He aquí un resumen.

El segundo ciclo del Seminario Permanente de Antropología Filosófica, Teorías contemporáneas de la persona, organizado por Hápax-Instituto de Ciencias de la Acción (Ciudad de México) ha estado a cargo de los prestigiosos filósofos Francesc Torralba, Carlos Díaz y Mauricio Beuchot. Con este Seminario Permanente, cuyo primer ciclo estuvo a cargo de los filósofos Miguel García-Baró, Alfonso López Quintás y Jacinto Choza, Hápax desea impulsar el nacimiento y desarrollo de una comunidad filosófica internacional, en la que prime el diálogo abierto y la sinergia interuniversitaria. En cada una de las sesiones se ha contado con un número muy nutrido de participantes del ámbito universitario y académico de toda Latinoamérica y Europa, en un clima de estudio y profundización del ser humano desde el saber superior.

En la sesión magistral a cargo del profesor Francesc Torralba, el filósofo español presentó en siete tesis los aspectos que no pueden faltar en un tratado de Antropología filosófica, pues a su modo de ver, la antropología tiene como objetivo describir lo esencial de la condición humana, no aquello que es accidental o solo particular de algunos.

En este sentido, recordaba el profesor Torralba, “la antropología filosófica es un trabajo de abstracción formal que permite poder identificar qué es lo más nuclear de la persona”. Recalcando que “esta tarea  es especialmente necesaria en un momento histórico como el que estamos viviendo de hiper-fragmentación, pues el estudio y la indagación de lo que somos esencialmente permite unir y dar sentido a la vida del ser humano, y con ello crear vínculos profundos y fecundos que posibiliten la vida social y personal en paz y armonía”.

La primera tesis esencial para la antropología filosófica que propuso el profesor Torralba es la importancia de entender que la persona humana es un misterio. Se trata esta de una tesis especialmente útil como antídoto a cualquier reduccionismo científico o disciplinar con el que se pretenda abordar “completamente” al ser humano. Que la persona sea un misterio significa que no es posible conceptualizarla ni definirla, pues es una realidad que va más allá del concepto. Como misterio, la persona humana trasciende la objetivación, y se acerca a lo que se entiende por milagro, ante la cual solo cabe una actitud de humildad y reverencia. Así entendida, la indagación de la persona humana está siempre abierta a nuevos horizontes.

La segunda tesis se centra en la consideración de la irrepetibilidad y singularidad de cada persona humana, por ser único e irrepetible. Con frecuencia, recordó el profesor Torralba, vivimos como clones, sumergidos en sociedades de masa que condenan la singularidad de cada ser humano a un estado potencial. “La singularidad del ser humano radica sin embargo en que cada persona es irremplazable. De ahí el drama de la muerte”.

El profesor Torralba ahondó y presentó como tercera tesis de su propuesta antropológica la condición vulnerable y dependiente del ser humano. Esta condición se explica al comprobar que las personas somos susceptibles de ser heridos. Una condición que “con frecuencia ocultamos porque nos duele reconocernos frágiles, carenciales, con necesidades. Somos seres necesitados que buscan y anhelan: seres indigentes porque el pedir es propio del ser que tiene carencias.” Y sin embargo, “la antropología no puede correr la tentación de definirnos como seres autosuficientes e independientes”.

Especial interés mostró en la cuarta tesis, el polifacetismo del ser humano, y en la quinta tesis en la que recoge la esencial condición humana como un ser políglota. Ambas tesis son una firme respuesta frente a las visiones reduccionistas que entiende al hombre sólo como un ser que produce-consume: seres unidimensionales. Por el contrario, la acción humana se revela como polifacética y políglota, pues somos capaces de expresar nuestra vida interior a través de múltiples actividades y lenguajes. Por ello, afirmó con contundencia el profesor Torralba, la antropología debe reivindicar las palabras como algo que define al ser humano, ya que la reducción de los juegos del lenguaje trae consigo, inevitablemente, la reducción de los juegos de la vida, su empobrecimiento. 

De acuerdo con lo dicho, el doctor Torralba definió la que él considera la sexta tesis básica que debe tematizar una Antropología Filosófica. A saber, la tetradimensionalidad del ser humano. Abordar el estudio de la persona implica tener en cuenta sus múltiples dimensiones, desde la corporal, pasando por la interioridad, la intersubjetividad hasta su dimensión espiritual. Todas ellas forman parte de nuestro ser personal, nos permiten relacionarnos con los demás y el mundo que nos rodea y trascenderlo.

Como colofón a todo lo expuesto, el profesor Torralba puso de relieve que el ser humano es un ser intermundis, es decir, un ser cuya existencia acontece entre la nada y el todo. Los seres humanos “intuimos el infinito pero no somos infinitos, somo finitos. Somos como una síntesis de opuestos, instalados en un peldaño entre la divinidad y lo animal”.

Para concluir, Francesc Torralba volvió a resaltar la importancia que tiene la antropología filosófica en nuestro mundo, especialmente para las nuevas generaciones. Pues -como explicaba- cada vez es más difícil la abstracción y por consiguiente lo es identificar lo esencial. Nuestra cultura se detiene con demasiada frecuencia en lo epidérmico, creando con ello mundos binarios en los que “tú y yo no tenemos nada en común porque tú eres de izquierdas y yo de derechas; tú eres católico y yo ateo; tú eres mujer y yo soy hombre; tú eres oriental y yo occidental”. Creando con ello sociedades dicotómicas, enfrentadas, polarizadas. Este diagnóstico permite caer en la cuenta, subrayó, de que urge promover un trabajo académico y científico que permita identificar lo que nos une como seres humanos. Y este cometido le corresponde muy especialmente a la antropología por ser un saber que trata de indagar con libertad de ideologías y tendencias culturales en lo esencial del hombre. En este sentido, la antropología filosófica está llamada a encarnar el anhelo sapiencial del proverbio chino: “El necio solo ve las diferencias mientras que el sabio es capaz de intuir lo que une, lo esencial”. El cultivo de la antropología filosófica en diálogo interdisciplinar con el resto de saberes es el camino, concluyó el profesor Torralba. 

En la sesión magistral a cargo de Carlos Díaz, el filósofo español presentó su teoría de la persona recogida en la perspectiva filosófica del personalismo comunitario, de la cual es uno de sus principales representantes. Inspirado en el planteamiento de Martín Buber, Carlos Díaz entiende la vida de la persona como un entramado de relaciones intersubjetivas que conforman la identidad de cada uno como un dos-En-uno: es decir, que “el principio de identidad subjetiva no es “yo soy yo”, ni “tú eres tú”, sino “yo soy yo-Y-tú y tú eres tú-Y-yo”. En la relación yo-tú ninguno de ellos es adjetivo (de ad-yacere, lo meramente yuxtapuesto), sino  pronombres personales (pro-nombres: en favor personal recíproco). 

Este planteamiento pone de relieve que lo relacional es un a priori en cada persona pues sólo gracias a él cabe la reciprocidad. El yo no es una sustancia clausurada, completa y cerrada. Al contrario, al igual que el yo es innato en mí también lo es el nosotros, pues el es co-nato a mí, esto es, el acontece en la realidad coetáneamente al yo, no antes ni después de mí y de ti. 

En este sentido, para el profesor Díaz, lo nuclear del ser personal se juega en su dinamismo relacional, el cual consiste en: permitirse elegir siendo elegido pues, únicamente cuando te reconozco en tu alteridad puedo decir yo. Por eso, el nosotros es un hacerse que exige libertad y responsabilidad pues supone un encuentro en el que el tú es prójimo. Y esto solo es posible si se entiende el par yo-tú ligado íntima y constitutivamente por la conjunción ‘Y’, de manera que el tú no sea solo mi referencia o relato, sino también, y sobre todo, mi correlato para ofrecer al otro correferencias significativas. En este planteamiento el otro por ser un no es límite del yo que soy sino su posibilidad de sentido porque donde se dice tú no se habla de cosas, sino de relación recíproca propia del verdadero encuentro personal.

Para Carlos Díaz, la relación yo-tú fracasa sin un yo-nosotros. Tú/yo: nos. Querer a la otra persona es quererla de tal manera que al quererla se quiera a sí misma, y en ella a otros. El yo sin ti expresa contrariedad, el yo contra ti contra/dicción. Pero el yo real es ad/versus-con/versus. Yo llego a ser en ti y, llegando así a serlo, te llamo tú: nos. Por eso, insistió, la esencia del nosotros es querer a la otra persona de tal manera que al quererla se quiera a sí misma. De manera que a más disipación de yo-tú-nosotros, peor yo social, pudiendo llegar al extremo de cosificar y objetivar al , y por tanto al yo. Porque no hay yo sin tú ya que el yo que maltrata al tú convirtiéndolo en ello (objetivando) deviene ello él mismo. Constituye el yo enfermo; un yo que en su egocentrismo tiende a idiotificar al otro por su apoderamiento de él como si se tratase de una propiedad, un idiota. 

Pero, insistió Díaz, lo propio del yo no es lo autómaton, sino la autonomía relacional y eso significa que el yo es poroso, y por eso poderoso, es decir, capaz de convivir y relacionarse en un mestizaje existencial. Por eso estamos siempre en crisis, en criba, en dis/cernimiento, porque la persona no es un sujeto acabado y cerrado, estático y completo. Sino que el yo es gerundial, pues soy una existencia que es realizándose en relación, hasta alcanzar por el adsum fidelizador el ergo sum del soy persona. 

 

Para concluir, el doctor Carlos Díaz destacó que en comunión con los otros, yo soy un yo transfigurado-tras-figurador, con el gozo de ir con ellos más lejos y más alto, capaz de transformar el ergo sum en el ergo sursum et prorsum. Por eso se acerca al adsum eternizador: Todo amor desea profunda eternidad, algo imposible sin la existencia de un eternizador

Por su parte, en la sesión magistral a cargo del filósofo mexicano Mauricio Beuchot, presentó  una síntesis de su propuesta antropológica original, el personalismo analógico. Y comenzó dibujando las líneas metodológicas que deben guíar la investigación de la antropología filosófica. A su modo de ver, la filosofía del hombre no puede llevarse a cabo de manera cabal si no se nutre  de la fenomenología y de la hermenéutica, para llegar a un planteamiento ontológico o metafísico de la persona. El criterio de este camino metódico estriba en la consideración de cómo procede el conocimiento humano, el cual capta primero el aparecer y luego el ser. Por ello, se puede decir que la manera adecuada de enfocar el estudio del ser humano hasta su dimensión más profunda es la de considerar que las acciones del hombre son reveladoras de su misma esencia, pues manifiestan ciertas intencionalidades que remiten a las facultades humanas y estás a un reducto sustancial que constituye la persona. El método que propone Beuchot para el estudio filosófico del ser humano es pues el analítico o deductivo, al proceder de los efectos a las causas, de los fenómenos a los principios. Lo que es especialmente conveniente a la antropología filosófica pues para conocer al hombre en toda su profundidad debe tenerse muy en cuenta la experiencia. Razón por la cual -afirmó el filósofo mexicano-, una visión fenomenológica del ser humano permite atender a sus manifestaciones exteriores, para ir captando su esencia a través de ellas. Y así descubrir que el actuar humano está dotado de una intencionalidad relacional que le permite situarse en el cosmos como una existencia que está-en-el-mundo, dando con ello una importancia central al cuerpo humano. 

En este sentido, el profesor Beuchot hizo énfasis en que si lo más propio del hombre, fenomenológicamente hablando, es su carácter intencional, la antropología filosófica no se puede hacer al margen de ella. Profundizando en ello, comprobamos que la intencionalidad es múltiple: cognoscitiva, volitiva y afectiva o pulsional. Es decir, se trata de caer en la cuenta de que el conocimiento, el amor y la libertad se dan en apertura a los demás, como salida de sí mismo. Lo que permite hablar del hombre como un ser analógico ¿En qué sentido? En el sentido de que su intencionalidad tiene múltiples direcciones y puesto que la intencionalidad pertenece a la conciencia y, por lo mismo, a la subjetividad y el sujeto -sin el cual no hay persona posible-, si decimos que la intencionalidad humana es analógica, el ser humano lo es también esencialmente. 

Encontramos así formulada una de las dimensiones del personalismo analógico. Sin embargo, dando un paso más en su exposición, el filósofo mexicano mostró cómo los datos que nos da la fenomenología -la intencionalidad múltiple- los tenemos que interpretar desde una hermenéutica analógica que permita entender al ser humano como un microcosmos, es decir, como un ícono de todo el universo. 

Este planteamiento, entre otras virtualidades, permite hablar de la existencia humana más allá de esquemas esencialistas e historicistas. Para así dar paso a la dimensión ontológica del ser humano y poder afirmar que es sustancia y relación. La persona es un ente y en este sentido se puede decir que es una sustancia individual, esto es, que su naturaleza es sustancial. Pero al mismo tiempo, la persona es relación, sin por ello concluir que entonces se trata de una relación subsistente. No se trata de sustancializar la relación que es el hombre pues el ser humano no es una relación sustancial si no una sustancia relacional. Es decir, una sustancia analógica, abierta, una intencionalidad existencial que pugna por existir. 

Así entendido, explicó Mauricio Beuchot, la persona humana es un conatus (como lo llamó Spinoza), o una vis (como la llamaba Leibniz), algo en el ser humano que lo impulsa a permanecer en el ser, en la vida, a pesar de que sabe que va a morir. Por eso el hombre no es solo un ser para la muerte, sino al contrario, es un ser para la realización. Pues la misma conciencia de la muerte le hace confiar en que puede llegar a la realización de su persona antes de morir, y tiende hacia ella en una esperanza que no suelta. 

La propuesta antropológica del personalismo analógico recoge una postura moderada que lleva a la reflexión filosófica en torno al hombre a sostener que el ser humano tiene un núcleo ontológico, substancial, el cual se manifiesta y expresa en las múltiples relaciones en las que se despliega. Concluyendo, el profesor Beuchot en su exposición que la persona humana es un mundo, es decir, que en su singularidad, es el compendio de todo el ser porque tiene algo de todas las cosas, inclusive de Dios, por participación. Esto nos señala que el hombre es “una criatura privilegiada, porque tiene partes de todas las otras. Tal es su prerrogativa: conocer todo en su propia intimidad, si sabe atender a ello con profundidad. Todo está en él, de modo que la persona humana es el reflejo, pero, también, su conciencia de pertenecer a la naturaleza y su obligación de cuidarla”. Si es el compendio de todos los seres, tiene que hacerse cargo de ello. Esta es la nueva manera de sentirse microcosmos: no como dueño y señor de la naturaleza, sino como su guardián y servidor. 

Tras la exposición de cada uno de los ponentes, se abrió un espacio para el diálogo y la reflexión común en el que los participantes que así lo quisieron, pudieron trasladar a los profesores sus preguntas, creando con ello un clima de seminario muy fructífero y enriquecedor.

Finalizado el segundo ciclo de sesiones del Seminario Permanente de Antropología Filosófica, Teorías contemporáneas de la persona, Hápax invita a todos los interesados a participar en el tercer ciclo semestral que comenzará en septiembre del 2022 y que contará con la presencia de personalidades de prestigio mundial como Blanca Castilla de Cortázar y Pilar Fernandez Beités. La información de fechas del tercer ciclo se comunicará en breve.