G.Steiner ha sido uno de los intelectuales más destacados del siglo XX, recientemente fallecido (el 3 de febrero de 2020) en Cambridge a la edad de 90 años.
Ha sido profesor, filósofo, ensayista, teórico de la literatura universal, crítico, hermeneuta, cómodo en los campos de la literatura comparada y en la teoría de la traducción. Bastante crítico con el pensamiento actual, la deriva de Occidente con no pequeños tintes melancólicos y pesimistas. Siempre sugerente y con una pluma ágil, elegante y un tanto afilada.
Parisino de nacimiento, de familia judía, exiliado a Nueva York por la persecución nazi. Licenciado por la universidad de Chicago, realizó un máster sobre arte en Harvard y se doctoró en Oxford [1].
A mi juicio no se puede decir que Steiner pueda encuadrarse como un filósofo destacado del siglo XX-XXI, pero sí un intelectual hijo de su tiempo al que se le puede sacar cierto partido en la tarea de interiorizar en el saber con pensamiento crítico y arrojar un poco de luz, a pesar de su intrínseca veta ceniza que acompaña sus pensamientos puestos en el papel con airosa pluma en su basta obra. Es uno de esos pensadores que, no teniendo un gran sistema filosófico que aporte a la historia, sin embargo, conviene tenerlo muy en cuenta por sus sugerente apuntes y críticas a filósofos, a la cultura y al mundo académico. Se define a sí mismo como un espíritu libre e independiente, al margen de cualquier sistema en el que se combina la exigencia ética de un “superviviente” con la preocupación ontológica de un maestro de lectura [2].
En lo que a nosotros nos concierne, es decir, el diálogo de Leonardo Polo con otros pensadores, podríamos fijarnos en algo que en ambos pensadores está muy presente; tanto en Presencias reales (escrito en el año 1989), como en Los logócratas (en 2003), como en Gramática de la creación (2001) y Errata (1998) y en tantos trabajos suyos hay un tema que se puede poner en relación con el pensamiento de Polo: el tema de la presencia y el logos.
Para Steiner, “ninguna lógica, ninguna asimetría razonada enciende el amor"[3]. Esto enlaza con lo que en una entrevista con el profesor Juan Cruz Cruz decía Polo sobre la lógica: “la lógica es constitutivamente atea”[4]. Me parece muy sostenible pensar así, pues con la lógica no llegamos a conocer a Dios, quizás podríamos argumentar que debería de existir… pero conocerle eso es ya otro cantar.
Este ateísmo de la lógica puede ser el hilo que ponga en diálogo a ambos pensadores, a pesar de sus infinitas diferencias, a veces en las antípodas. Más aún, Steiner en su primer capítulo de Presencias reales -a mi juicio, su obra más lúcida- sostiene la visión contraria acerca del logos nietzscheano y por eso su objetivo del libro "plantea que cualquier comprensión coherente de lo que es el lenguaje y de cómo actúa, que cualquier explicación coherente de la capacidad del habla humana para comunicar significado y sentimiento está, en última instancia, garantizada por el supuesto de la presencia de Dios" [5]. Esta frase difiere mucho con el pensamiento de Polo, entre otra cosas, por dos motivos. Primero, por hablar de Dios como supuesto, y, segundo, por hablar de una presencia divina que garantiza la comunicación.
Para Polo el logos equivale a la esencia. El logos es el tener. Y con el logos se puede conocer la esencia humana. El papel más relevante del logos es el de unificar, reunir, sintetizar. Por eso, se puede decir que la esencia humana es unificante. Esto tiene que ver mucho con las matemáticas, pues éstas descubren relaciones y las obejtivan. En este sentido, las matemáticas se pueden aplicar a la realidad. De ahí que las matemáticas sea de lo más elevado en el conocimiento esencial del logos. Con ella se descifra, se descubren relaciones, se unifica, se hacen fórmulas aplicables, se calcula, se construyen edificios, se programan ordenadores, etc.
Para Steiner, haciendo suya unas palabras de J. W. N. Sullivan: “el lenguaje de las matemáticas reside precisamente en el hecho de que son un arte”[6]. Esto es como si postular que las matemáticas, más que algo objetivo son subjetivas, como el arte. Tanto para Goethe como para Steiner, las matemáticas son una tautología, dos por dos no son cuatro, sino simplemente dos por dos y, para abreviar, le llamamos cuatro [7].“(…) hasta el siglo XVII la orientación predominante y el contenido de las ciencias naturales era descriptivo. Las matemáticas tuvieron su larga y brillante historia como notación simbólica; pero incluso las matemáticas eran la taquigrafía de unas proposiciones verbales aplicables a un marco dedescripción lingüística y significativas dentro de él” [8].
Decir, como sostiene Polo que el logos forma parte de la esencia conlleva sostener que el logos no es lo más alto, por muy unificante que sea- dado que la esencia es realmente distinta de su acto de ser, Es más, si el logos se sitúa en el tener, la libertad entonces es más alta que el logos. En este sentido, la libertad está más allá de la lógica. La lógica aclara, unifica, pero también limita. No nos reducimos a nuestro logos. Somos metalógicos. La lógica no puede explicar quiénes somos. Y aquí entraría el tema de la presencia.
Para Polo la presencia es un acontecer. La presencia tiene que ver con el haber. Hay objeto en el pensamiento al pensar. El objeto pensado es límite. Se detiene. El pensamiento sólo permite que haya objetos y los objetos son solo presencias en el pensamiento. Por tanto, la presencia es estar. Pero no es ser. El objeto está en el pensamiento. El objeto está, y está presente en un lugar: la inteligencia, pero no es en la cabeza, sino que está en la cabeza. Por eso podemos decir, como repite no pocas veces Polo, que el hombre pensado no piensa, o el fuego pensado no quema. El hombre pensado y el fuego pensado son presencias mentales, pero no presencias reales. El objeto tres no es tres objetos.
Detectar esta diferencia es detectar el carácter de límite que tiene el objeto. El objeto es límite. El objeto limita. El objeto es pura presencia. El objeto no es extramental. Por ello también se puede decir que sólo hay objeto si hay sujeto pensante. Pero no se puede decir que sólo hay ser si hay un sujeto pensante. El objeto exige un sujeto, el ser, en cambio, no lo exige. La presencia reclama, por decirlo de algún modo, un cognoscente.
La no detección del límite es lo que postula el idealismo, que ya vio sus primeros pasos en la tesis parmenídea, para quien ser y pensar son una y la misma cosa. No detectar el límite y vivir con él, hace suponer muchas cosas. En ello estriba en última estancia el idealismo: en el suponer. De ahí la suposición kantiana del als ob, del como si, o sea, del supuesto.
Detectar el carácter propio del objeto y su límite pone de manifiesto lo paupérrimo que es el conocimiento objetivo. Necesario, sin duda, pero pobre. Con él sólo se llega a presencias. Sigue viva y actual la pregunta por el ser, sigue viva la denuncia heideggeriana del olvido del ser. Sigue vivo el quehacer filosófico, y por tanto no todo es historia, no todo se ha dicho ya, como diría Hegel. Hay una tarea y Polo abre bien la brecha de este quehacer.
Steiner, por el contrario, habla de una presencia real, no mental. Polo habla en sentido fuerte acerca de lo real como lo extramental, que no significa únicamente que lo real es lo que está fuera de la mente. La existencia humana misma es real. En Polo lo trascendental es real, es decir, la persona misma y lo que significa ser persona: amar, ser libre, co-existir o co-ser. En Steiner tiene un sentido más débil. Por mucho que Steiner llame a esa presencia que hay en la música, el arte y la literatura una presencia real, ¿qué significa que una presencia sea real?
Normalmente la música evoca, la literatura nos habla de algo o alguien, el arte trasmite un cierto contenido. Pero, si coincidimos con Polo, para quien lo real es lo trascendental, ya sea el mundo creado como la persona creada y las personas divinas, entonces cuando se dice que eso que evoca la música o que la literatura habla de o que el arte trasmite un contenido… la palabra real es demasiada etérea, volátil, ambigua, imprecisa.
Para Polo la presencia es límite. El límite es lo pensado. Lo pensado es presencia. Y una de las observaciones más rigurosas que se deducen de la presencia como límite la formula Polo en su tesis doctoral, Evidencia y realidad en Descartes, cuando dice “Al pensar no pienso el contenido ni pienso el pensar, sino que acontece el pensar" [9].
Ahora bien, si lo pensado está presente en el sujeto cognoscente, si lo pensado es presencia, entonces ¿qué ocurre con la presencia divina? La única excepción a esto es la presencia que los creyentes otorgan a la Eucaristía, donde hay una presencia que es real a pesar de las apariencias de las especies del pan y del vino. Pero no hablaremos de esta excepción en este caso porque nos llevaría muy lejos y nos es el propósito de este texto. Cabe una presencia divina, entonces, que no voy a desarrollar aquí pero me remito al texto Polo: “(…) la teoría sobre la presencia mental se puede desarrollar de diversas maneras: como presencia humana limitada, como presencia divina eterna e infinita, como la presencia característica del conocimiento humano de Cristo, que, sin ser eterna ni seguida de hábito, tampoco es límite. En rigor, el hábito es un modo cognoscitivo de superar el límite presencial, que resulta superfluo para las presencias propias de conocimientos superiores no gravados por el pecado"[10]. Esta cita de Polo daría para mucho. Sólo decir que si a alguien le interesa seguir profundizando en esto, Polo invita a introducirse en la noción de ámbito irrestricto, que señala la relación íntima de la libertad con la presencia divina. También entraría aquí el papel importantísimo y muy poco elaborado del símbolo como conocimiento que no limita, que no se detiene, como un remedio a la limitación del conocimiento presencial.
Por tanto se podría decir, como sostiene Héctor Esquer -teniendo en cuenta el párrafo anterior sobre el desarrollo de las diversas maneras de enfocar la teoría de la presencia- que “El límite lo es ante todo del acontecer. Del pensamiento se puede decir que «termina»sólo en su límite, que es la presencia. Se trata, pues, de un límite que no impide que haya conocimiento, sino que precisamente permite que lo haya; pero también, sólo permite que haya. De aquí que el pensamiento tenga carácter problemático: su terminalidad es su autolimitación como conocimiento” [11].
Con todo el pensamiento es necesario pero con una insuficiencia suficiente.
Si optamos por la visión de Polo respecto a lo que significa logos y presencia, ésta última como acontecer, lógicamente entre Steiner y Polo hablar de realidad, ya sea como una presencia real o como otra posible connotación, hace imposible un entendimiento entre ambos. El problema es que Steiner a veces da la impresión de que abandona el límite, si aplicamos la terminología poliana. Por ejemplo, cuando habla de trascendencia Steiner se refiere a algo más allá del lenguaje, no necesariamente a algo más allá del hombre, sino haciendo entender que el ser no sólo existe en la palabra (logos) sino también más allá de ella.Y...¿dónde está el problema? Pues todo parece indicar que Steiner confunde la presencia con la existencia, esa distinción que Polo atisba y que será clave para detectar el límite del pensamiento y abandonarlo. Además, ese intento que tiene el pensador parisino por hablar de una realidad trascendental, lo pretende desde la cultura, o sea, desde lo más manifestativo: el arte, la cultura, la literatura, la música… Pero si la cultura es lo más manifestativo del hombre, o sea, lo último del hombre, la pretensión de llegar a la realidad( en sentido fuerte) partiendo de lo más lejano a ella, o mejor, pretender llegar a lo superior desde lo inferior, consitituye una escalada tan ardua como imposible, pues el planteamiento para llegar al ser no puede ser deductivo. De lo inferior no se infiere lo superior, aunque lo inferior habla, manifiesta lo superior. Hay que reconocer que ese esfuerzo del pensador francés es hercúleo y lo hace de un modo muy elegante y erudito, con un dominio excepcional sobre las artes y las humanidades, pero, aún así, todo queda en una suposición de lo trascendente. Desde el punto de vista exclusivamente hermenéutico habría que reprocharle más bien poco, y agradecerle mucho, que es lo que aprovecho para hacer ahora. Ahora bien, desde un punto de vista antropológico y metafísico, hay camino que recorrer. El pensamiento de Steiner conectaría más bien con la filosofía del diálogo, especialmente con M. Buber (ambos son judíos), y quizás también con ese personalismo inicial de Mounier, e incluso con un humanismo global de “cierto” calado. Ahora bien, si consideramos la filosofía como lo que es, actividad intelectual, entonces se ven mejor las lagunas epistemológicas, y cierto moralismo que comportan no una actividad estrictamente intelectual, sino más bien una actitud estética-ética fundadas en suposiciones y, a la vez,en un basto conocimiento cultural.
[1] Para saber más sobre la vida y las líneas generales véase La barbarie de la ignorancia, George Steiner en diálogo con Antoine Spire, del Taller de Mario Muchnik, 1999.
[2] Cfr., George Steiner en diálogo con Ramin Jahanbegloo, Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1994, p. 16.
[3] Steiner, G., Fragmentos un poco carbonizados, Siruela, Madrid 2016, p. 21.
[4] Polo, L., Filosofar hoy en Escritos menores, Obras completas de Leonardo Polo, vol. XVI, EUNSA, Pamplona 2018, p. 81.
[5] Steiner, G. Presencias reales, Ediciones Destino. Barcelona, 1991 p. 14.
[6] Steiner, G., Gramáticas de la creación, ediciones Siruela, Madrid 2002, p. 69.
[7] Carta de Müller del 18.VI. 1826 y que cita también Goethe.
[8] Steiner, G., Languageand Silence, Faber & Faber, London, 1967, p. 14.
[9] Polo, L., Evidenciay realidad en Descartes, Obras completas, vol. I, EUNSA, Pamplona, 2015, p.297.
[10] Polo, L., Epistemología,creación y divinidad, Obras completas vol. XXVII, EUNSA Pamplona 2015, p.232.
[11] Esquer Gallardo, H., El límite del pensamiento, La propuesta metódica de Leonardo Polo.EUNSA, Pamplona 2000, p. 177.