Tercera entrega de la entrevista realizada por Sandra Anchondo Pavón.
Véase también la Primera Parte y la Segunda Parte. He aquí el contenido de la tercera parte:
La última vez que platicamos, nos decías que tu sueño era un país en el que no tuviéramos que defendernos unos de otros y que nos permitiera poner nuestra atención en las cosas hermosas ¿cómo crees, Candelaria, que podemos empezar a construir tu sueño?
Hay mucho por hacer, estamos atarantados por tanta televisión, por el facebook, por copiones de cosas que no son nuestras.
Pero podemos empezar por la familia. Hace falta que la familia vuelva a ser la base de la sociedad y hace falta educación, pero no cualquier tipo de educación. Yo hablo de la que se tenía alrededor del fogón.
Cuando la educación llegó a los pueblos originarios ellos mismos nos señalaron como atrasados, sucios, nos prohibieron hablar en nuestra lengua. Los maestros creían que nos burlábamos de ellos. Ellos nos llamaron pobres y nos quitaron identidad. Pero estaba la educación que no era tan académica, la que era alrededor del fogón. Mi abuela tejía, mis hermanos barrían alrededor de la casa, pero todos estábamos atentos a lo que iba a decir mi abuela. Ella decía: “mañana a ti Aparicio te toca ir a ver el terrenito a ver cómo va el maíz y tráete una carga de leña. A ti Candelaria te toca ir a cruzar los pollos al otro lado del cerco y vas a agarrar una de las gallinas y te las vas a traer…” Y así, a mi hermana le decía que le tocaba quitar las hamacas y lavarlas. Nos decía también lo que le tocaba a ella, por ejemplo ir a ver a su comadre que estaba enferma y llevarle unas calabazas. Todos teníamos un quehacer, una tarea, era una hermosa satisfacción poder cumplir con lo que a cada uno le había tocado. Cumplíamos y mi abuela nos daba las gracias y nos daba nuestro pozol. No era obligación, era desde el gusto de hacerlo por amor y así íbamos aprendiendo de todo. Ella sabía cómo irnos enseñando. Si tu familia no te ama y no amas a tu familia, no puede funcionar la sociedad. Ese es todo el secreto. Tu madre, tu abuela, tienen que estar contigo, atentos y tú con ellas cuando las quieres ayudar, limpiar. Nosotros no éramos pobres, teníamos amor y aprendíamos el valor de la familia, del servicio, del trabajo, a hacer cada uno lo que nos toca.
¿Qué tan importantes siguen siendo para ti esos recuerdos?
Muy importantes. Cuando era niña y se inundaba nuestro pueblo de Tucta y a nosotros nos subían en tapancos, mi abuela hacía tortillas gruesas que comíamos con polvo de calabaza. Yo recuerdo el caldo de camarón que cogían del arroyo, los plátanos cuadrados, el chicharrón. Nadie hablaba del dinero, de la política, no echaban culpas. Mi mamá y mi abuela veían cómo alimentarnos, cómo poner palma en la casa. Nos amaban. Había alegría y mucha solidaridad, hermandad yo diría. Yo aprendí de ellas a ver por los demás.
Ellas fueron un buen ejemplo para ti y ahora tú eres también un buen ejemplo para las siguientes generaciones ¿es así como lo ves?
No lo sé. Yo trabajo por amor y el amor no se paga ni se presume porque es un regalo. A mi no me interesa que digan que soy muy buena para esto o lo otro, aunque me gusta demostrar que sí se puede. Que la gente vea que se pueden hacer las cosas bien. Yo no sabía nadar y aprendí a nadar, aprendí a manejar bicicleta, a tumbar un árbol, ayudar a un enfermo… no ha sido para que me aplaudan. Aunque si me aplauden o a alguien le sirve de ejemplo está bien, no lo hago por eso.
De cualquier manera sí hay muchas personas agradecidas, o que resaltan tu testimonio y se inspiran en lo que has hecho, en tu fuerza. Sin embargo, me decías que también había dificultades precisamente debido a tu transparencia.
Me ha causado problemas hablar directamente criticando al gobierno actual, eso me lo han dicho mucho. Pero también desde hace tiempo me han hablado de muchos lugares diciéndome que pida millones para mi organización, que ellos me los van a mandar, pero yo tengo que devolverles una parte. Se quieren aprovechar, lucrar. Pero no caigo, porque mi abuela me decía que nadie te da nada gratis, y eso se me grabó: que es una trampa como a las ratas que les dan un pedacito de pan pero ahí mismo va el veneno. Aun así he tenido problemas, aunque hago mi trabajo transparente, ha habido problemas. Pero yo no tengo miedo, tengo fe.
He mantenido la transparencia porque mis ambiciones no son materiales, no somos fiesteros. Mi ambición es mantenerme moralmente bien y tengo a mi hermano que es mi brújula.
En una Navidad me decía que me pide perdón porque no estuvo conmigo para ayudarme cuando me casé. Me dijo que entonces hizo mal por no impedir cuando me casé a los 13 años, pero yo le dije que no, que fueron las circunstancias. La cultura copiada, queriendo ser modernos, es lo que nos ha desmejorado. Esa libertad sin límites se metió en la familia y la desgarró.
Hablas de la importancia de la fe para poder mantenerte firme en tus ideales y conservar tu integridad, podrías decirnos ¿qué es la fe para ti?
La fe es lealtad en mi corazón, conmigo misma, con los demás y con Dios en el cielo. Dios en el cielo sabe de mí, sabe de mis pasos, conoce de mí. Yo no le pido permiso a nadie, solamente a Dios le rindo cuentas. Es mi fortaleza y en Él me refugio. No lo veo pero lo siento, ha hecho milagros en mi vida. Tengo mis hijas, no tengo marido, pero mis hijas tienen papá. Lo visitan. Mis nietos son buenos, no me hacen muecas, me quieren. Son buenos, me escuchan, me cuentan sus cosas. Me siento satisfecha de ser tomada en cuenta.
Y Dios me ha bendecido también porque nunca me ha faltado nada y he podido hacer cosas buenas, no vengo de lujo al mundo, he servido. Para mí es muy importante que me haya permitido servir.
¿Cómo describirías tu servicio y en qué se distingue del ejercicio de poder? Alguien podría pensar que ser gobernadora del Gobierno Nacional Indígena implica más poder que servicio ¿no crees?
Yo soy más una gestora. Las gestiones que yo he hecho por mi comunidad han sido por servir, por acompañar, por ayudar, no me interesa reclamar ningún espacio de poder. Y como te digo, no he tenido, gracias a Dios, necesidad de buscar ego, a pesar de haber sido actriz de primer nivel, de haber estado en el senado. Sin embargo, sí me gustaría contribuir a la unión de todos los pueblos originarios, para su bienestar pero para eso hace falta autoridad, no poder. Tenemos muchas cosas en común, aunque se habla poco de lo que nos une, el campo, la artesanía, las formas ancestrales de organización, la capacidad autogestiva y, por supuesto, nuestra palabra. Para mi nuestra palabra y nuestra hermandad son sagradas, por eso yo solamente gestiono, sirvo, comunico, organizo, pero todo lo importante se tiene que hacer desde las comunidades, entre todos desde esa hermandad que te digo.
El Gobierno Nacional Indígena toma cada vez más fuerza, y con ello supongo que vas visualizando el camino que te espera por delante ¿te ilusiona lo que miras en el futuro de la organización que diriges?
Desde 1991 vi la necesidad de que las mujeres seamos solidarias entre nosotros, nos organicemos, empecemos a hacer cooperativas solidarias. Me convertí en un referente y eso para mi ha sido una gran responsabilidad. Lo he podido hacer, pero desafortunadamente seguimos necesitando esta lucha.
Como te decía antes, a mí me gustaría no tener que enfocarme tanto en luchar. Las comunidades originarias perdemos mucha fuerza y tiempo en estas luchas y en solucionar las discordias, pero tenemos mucho más que aportar. Lo que queremos es defender nuestro territorio sin confrontaciones, con trabajo, en comunidad. El Gobierno Nacional Indígena eso es lo que quiere y es auténtico, una organización con base en nuestros valores humanos y nuestros derechos. Yo la diseñé observando lo que somos y planteando lo que queremos, lo llevé a la asamblea y me dijeron: “No le muevas ni una letra. Eso es lo que queremos”. Pero es un proyecto común, no es mío. Ahora, yo veo un camino claro, bien trazado, firme. Hay mucho que hacer para que no tengamos niños desnutridos, mujeres muertas, tanta migración, pero también para que no se pierda el ánimo de cuidado mutuo por los intereses ajenos que vienen a dejarnos, que no son nuestros. Eso es lo que más me preocupa que el Gobierno Nacional Indígena siga siendo auténtico con base en lo originario.
Yo lo que sueño es que no tengamos que defendernos de los propios mexicanos, de nuestros gobernantes. Que seamos un país libre sin importar si somos indígenas. Sueño con un México unido con identidad y con dignidad. El Gobierno Nacional indígena es para eso.