1/12/2021
Entrevista: Relaciones personales en el seno de la familia
Laura Rojas Marcos
Con respecto a cuál sea la emoción pilar y fundamental que se enseña en la familia y nos ayuda a crecer, he de apelar a una: la confianza.

Entrevista realizada por: Juan Pablo Martínez Martínez

Hablamos con la Dra. Laura Rojas Marcos, reconocida psicóloga, especialista en trastornos de ansiedad, estrés y depresión y considerada como una de las 100 mujeres españolas más influyentes, acerca de los modos de abordar la complejidad en el seno de las relaciones familiares hoy.

1. De las emociones que se aprenden en la familia, ¿cuál sería aquella más fundamental, la que serviría de base para la constitución de la propia personalidad?

Partiendo de la idea de que el entorno familiar constituye el primer escenario donde vamos desarrollando y descubriendo nuestra manera de ser, nuestras habilidades, nuestros vínculos, nuestros apegos,..., debemos reseñar, en primer lugar, que la familia es también el lugar donde aprendemos a sentir tanto emociones positivas como negativas. 

Con respecto a cuál sea la emoción pilar y fundamental que se enseña en la familia y nos ayuda a crecer- teniendo en cuenta que hay muchas-, he de apelar necesariamente  a una que resulta crucial: la confianza. ¿Por qué? Porque cuando uno confía y siente confianza, y siente que confían en él, uno es capaz de crear vínculos sanos, además de una sana confianza en sí mismo que le permite tanto conocerse mejor como conocer mejor a los demás. Por eso, cuando se habla de ese “paraguas” de la confianza, de ese pilar fundamental de los vínculos de apego de naturaleza primaria, es precisamente en y desde ese “paraguas” desde el que descubrimos quiénes somos, qué queremos, cuáles son nuestras habilidades. En definitiva, lo que viene a llamarse en términos más especializados el autoconcepto, a saber: cuáles son las características o cualidades que me definen. Del autoconcepto que nos formamos de nosotros mismos se deriva la autoimagen, así como la autocapacidad, esto es, el hecho de confiar en mis capacidades y en mi auto- eficiencia a la hora de poder tanto  realizar como llevar a buen término una acción determinada. 

Por su parte, en la confianza se encuentran también los afectos, sobre todo, el respeto. Uno no puede confiar en alguien que uno siente que no le respeta. Confianza y respeto se encuentran estrechamente vinculados a este respecto. 

Pero en la confianza también se halla o se descubre la empatía, esa conexión emocional que parte del hecho de uno sentirse comprendido para poder así empatizar con los demás pero, sobre todo, con uno mismo.  Uno es más amable con uno mismo cuando siente confianza y es a partir de esa confianza donde podemos no solamente fluir, sino también ser autónomos, valernos por nosotros mismos, ser capaces de tomar decisiones, de hacer y deshacer, de descubrir cuáles son nuestras necesidades y deseos y también de asumir nuestras obligaciones, porque no todo va de derechos, sino también de deberes. 

Incluso a partir de esa empatía aprendida en y por la confianza uno puede aprender a perdonar los errores. Desde esa confianza, uno asume y da por hecho que no somos perfectos. De hecho, somos seres imperfectos que cometemos errores, que nos equivocamos, que tropezamos varias veces con la misma piedra, que tenemos un proceso de crecimiento, de evolución y todo ello forma parte de un aprendizaje. Pero para poder aprender necesitamos confiar. Es más difícil aprender a través del miedo que aprender a través de la experiencia que se nos da a través del juego. Por eso, es tan importante que los niños jueguen, pero no sólo los niños, sino que el juego es también necesario para los adultos, porque es en el juego, un juego sano, donde se utiliza la creatividad, la imaginación, la posibilidad, el aprender de la prueba y el error y sobre todo de la diversión. Desde un lugar divertido, ameno, agradable y seguro uno aprende muchísimo mejor y no solo se aprende mejor, sino que desde ahí aprendemos el maravilloso proceso de aprender a aprender. 

Hay muchas personas que dan por hecho que uno debería ya saber determinadas cosas. Sin embargo, esas personas obvian un dato importante: nacemos sin saber, esto es, con el potencial de aprender, de mejorar y de desarrollarnos. Es más, tenemos que aprender a aprender y no caer en aquellas tiranías de los deberías.  


2. Hoy en día las familias afrontan múltiples cambios, situaciones de vulnerabilidad que ponen a prueba la convivencia en el propio seno familiar. ¿Cuáles constituyen en la actualidad y para usted esos cambios más nocivos, esto es, los ponen en peligro el libre desarrollo de la convivencia familiar? 


Si partimos de la idea de que la vida es cambio y el cambio es vida, podemos llegar a decir que el sistema familiar no está exento de esta peculiaridad (la del cambio) en la que se desenvuelve toda vida humana. De hecho, es un sistema que está cambiando continuamente, porque está compuesto por seres humanos con emociones, sentimientos, estados de ánimo, deseos, frustraciones, miedos, inseguridades,... Todo ello va a influir en la dinámica familiar, en el trato, y en el hecho de cómo nos relacionamos y construimos los apegos. 


En cuanto a las dinámicas o emociones más perjudiciales para el sistema familiar, podemos situar la violencia, la agresividad. Nótese que la violencia tiene muchas formas. Pero en todo caso, la violencia, la agresividad, la actitud o conducta agresiva siempre van a perjudicar la convivencia familiar. 


Y a pesar de que la ira, la rabia, la frustración forman parte de ese abanico de emociones del ser humano, lo cierto es que la violencia también forma parte de nosotros, esto es, nuestras respuestas violentas o agresivas. Es cierto que a veces nos sentimos agredidos y necesitamos defendernos. Esa necesidad de defenderse, de protegerse a uno mismo (incluso físicamente) ante una agresión es importante sobre todo en los casos en los que uno no puede ya resolver la situación hablando. 


Por otra parte, dentro de la agresividad podemos encontrar muchos tipos. Está la agresividad verbal, pero también la no verbal. A veces una mirada puede destruir a una persona, porque llegue de alguna manera a traslucir un mensaje de rechazo, de odio o de desprecio. También se puede castigar a alguien o bien con el silencio, o bien con el chantaje emocional, o bien con la humillación o bien desde el acoso. De hecho, todas esas formas de violencia siempre destruyen, paralizan e impiden un desarrollo saludable, sano y adecuado para poder desarrollar la confianza. 



3. En el seno de la familia a veces se producen o bien actitudes o bien comportamientos injustos, ¿cómo afrontarlos, asumirlos de una manera emocionalmente equilibrada? 


El primer paso para afrontar o asumir las injusticias en el seno de las relaciones familiares es identificar la injusticia. Generalmente lo que nos ayuda a identificar un acto injusto, ya seamos quienes lo estamos sufriendo ya seamos quienes son testigos de ese acto injusto, es el sentimiento de malestar que acompaña a la vivencia de dicho acto y el hecho de saber identificarlo. 


Al identificar esa injusticia, es importante llamarla por su nombre, porque hay muchos tipos de actos injustos, al igual que hay muchos tipos de miedo (muerte, oscuridad, alturas,...). Cuando uno es testigo o está siendo injusto o es víctima de injusticia, resulta imprescindible el hecho de decirlo, de hablar tratando de identificar la situación.


A partir de ahí, lo ideal es que se inicie un diálogo para poder resolver la situación de una manera civilizada, pero si las condiciones no se dan y se hace gala de conductas agresivas, lo mejor es la distancia, porque uno no puede ni debe aceptar para sí mismo aquello que resulta inaceptable. 

También se puede probar el hecho de pedir ayuda para conseguir esa comunicación, aunque es cierto que en las dinámicas familiares se hace a veces muy difícil empatizar o ver el punto de vista del otro. De hecho, en ocasiones resulta necesario, por un lado,  aceptar que no podemos estar de acuerdo en todo y, por otro lado, tener en cuenta lo que el otro siente al respecto de esta o aquella situación  aunque uno no lo comparta. 


De ahí que el papel de la asertividad, de la actitud asertiva sea muy importante, porque una persona que es asertiva sabe poner límites, sabe decir que no, sabe defenderse, protegerse pero no solamente a sí mismo, sino también a otros. Muchas veces debemos adoptar la postura de defender y proteger a otros sobre todo cuando ellos no se pueden proteger a sí mismos. Es más, el hecho de ser testigo de injusticias o agresiones y no hacer nada, aunque solo sea pedir ayuda, contribuye directamente en la actitud de no proteger a los demás de aquello que resulta inaceptable, aunque muchas veces el miedo paralice.  


4. ¿Qué carencias antropológicas revelan aquellas familias que tratan de mantener y establecer relaciones posesivas entre sus miembros?


En primer lugar, debemos notar que la naturaleza del ser humano es territorial y posesiva.  A este respecto, el ser humano comparte con  todo animal la búsqueda de su terreno de seguridad, de su zona de confort y de protección.  Recordemos cómo dentro de la pirámide de las necesidades básicas de Maslow, la seguridad y el bienestar constituyen aspectos básicos.  


En las dinámicas familiares hay una parte que consiste en el hecho de estar integrado, de pertenecer a un grupo en el que uno se siente incluido o excluido, esto es, donde se desarrolla un sentido de pertenencia. Pero también hay otra parte que pivota en torno a los papeles o roles que juegan cada uno de sus miembros. Lo cierto es que en la familia el papel de cuidadores lo suelen ostentar los adultos, que tienen una responsabilidad de cuidado y protección hacia otros en el sistema familiar, sobre todo, cuando hay niños pequeños.


Pero ¿qué sucede cuando un miembro de la familia es muy controlador y/o autoritario?  Nótese que este papel lo pueden ejercer el padre, la madre e incluso los hijos. De hecho, hay un libro muy interesante de Javier Urra que se titula “El pequeño dictador”. En él se habla de aquellos hijos que controlan toda la dinámica familiar. En todo caso, cuando hay un miembro que es muy controlador y que hace chantaje emocional o chantaje de cualquier tipo y de alguna manera usa el miedo o la culpa para controlar a los demás, hay algo ahí que no va bien, que no fluye. Es más, la tendencia humana en esos casos es querer separarse, huir de semejante persona. Uno no se quiere relacionar con personas así y esto es lógico, pues el ser humano busca poner distancia con aquello que le hace daño. Constituye un instinto básico. 

Ahora bien. ¿qué hacer ante esas situaciones? Yo siempre he sido partidaria de hablar las cosas, una vez identificado el problema. A veces, debemos tener en cuenta que son necesarias no solo una conversación sino varias y hasta en ocasiones resulta imprescindible pedir ayuda a una tercera persona, alguien de confianza, ya sea familiar, amigo externo o un profesional y a partir de ahí tomar decisiones. Pero la solución en ningún caso pasa por vivir cohibido bajo una espada de Damocles, desde el miedo y la angustia y aferrado al temor a las consecuencias y ello aunque sea cierto que la familia no la elegimos. De hecho, todos nuestros familiares son al fin y al cabo lo que yo he dado en llamar los no elegidos. 


 5. ¿Es posible que una persona pueda llevar a cabo la construcción de un sentido personal de vida a pesar de haber vivido en una familia eminentemente tóxica?, ¿cómo? 


Sí se puede reconstruir, trabajar o construir de cero. Lo ideal es que eso acontezca desde la infancia, pero lo cierto es que no todo el mundo crece en entornos favorables. De hecho, muchísimas personas crecen en entornos hostiles, agresivos donde la confianza no se desarrolla adecuadamente, donde los apegos son inseguros, donde hay mucho miedo,....


Ahora bien, no hay que olvidar que esas personas, a pesar de todo ese sufrimiento e incluso en esos entornos, aprenden a desarrollar estrategias de afrontamiento y mecanismos de defensa para protegerse, porque ahí precisamente surge el instinto básico de supervivencia. Con el tiempo el niño que ha vivido un entorno así, se hace adulto y con ello desarrolla la posibilidad de trabajar sobre ese sufrimiento y albergar en sí con ayuda, esfuerzo y compromiso la esperanza de poder desarrollar aquello que de pequeños no pudieron porque no se les permitió o no se les dio la posibilidad. Nunca es tarde para mejorar, para querer entender, para desarrollar o para pasar página y encontrar la paz y la serenidad. 



6. ¿Cuál y cómo es el lenguaje del amor en la familia? 


El lenguaje en la familia debe ser respetuoso, claro, directo y amoroso. Todo ello llevará a la confianza, a la empatía, a tener una buena comunicación, a saber resolver los conflictos, dado que en la familia siempre va a haber conflictos y ello porque el ser humano también vive en conflicto consigo mismo. En este sentido, el lenguaje familiar (claro, directo, respetuoso y amoroso) puede ayudar a gestionar y resolver conflictos, a desarrollar herramientas y recursos personales (internos y externos) para controlar los impulsos, confiar en uno mismo, tener un propósito en la vida (sea cual sea), poder crecer, sabiendo que la mayoría de las cosas son cambiables y/o mejorables. 


El tener esas herramientas o recursos para poder adaptarse y gestionar los cambios también da luz y esperanza y ayuda no solo a contribuir a tener una mejor vida para uno mismo sino también para el entorno. 


7. ¿Cómo ayudar a que en los miembros de una familia se viva y se practique la virtud de la esperanza? 


La esperanza es esencial. Pero es necesario para mí creer en una esperanza realista, objetiva consistente en mirar el mundo y a uno mismo con los ojos limpios desde la sinceridad y la honestidad adoptando la perspectiva más objetiva que nos sea posible, dentro de que somos seres subjetivos. 


En este sentido, para la esperanza resulta clave y muy interesante la teoría de Martin Seligman acerca de los estilos explicativos consistente en el hecho de cómo me explico yo a mí mismo o a otros el porqué sucede lo que sucede. A este respecto, la manera en cómo nos explicamos las cosas positivas o negativas que nos suceden influye directamente en la esperanza. 


También ejerce una influencia determinante en la esperanza la experiencia vital: el cómo has aprendido a conseguir tus objetivos y la motivación que has desplegado para llegar a cumplirlos. ¿Has aprendido a conseguirlos o a no conseguirlos?, ¿confías en ti mismo?, ¿confías en tus recursos?, ¿has desarrollado esas habilidades para acercarte a ellos? Porque es cierto que en la vida muchas veces no conseguimos lo que nos proponemos. Es más, en ocasiones nos hacen falta muchos intentos e incluso a veces llegar a la conclusión de que no podemos seguir o conseguir ya ese propósito. De hecho en esas ocasiones lo valiente es dejar de intentarlo y cambiar de ruta. Cambiar de ruta es de valientes. Constituye en esos casos una decisión inteligente. A este respecto no se debe dejar que el ego, el narcisismo o el “qué dirán” jueguen un papel importante en nuestras decisiones. 

 

8. La familia es el ámbito de las relaciones incondicionales, pero ¿cómo aprender en ella la práctica de la donación incondicional?


La incondicionalidad absoluta no existe. Y a veces tampoco se puede llegar a decir del todo que una madre siempre va a querer incondicionalmente a su hijo o hijos, porque el ser humano de por sí no es incondicional. Sí que es cierto que deseamos esa incondicionalidad, que queremos que nos quieran en todas nuestras formas, maneras a pesar de nuestros defectos, debilidades, vulnerabilidades,..., pero el amor incondicional constituye algo más bien utópico. 


Ahora bien,  lo que sí puede decirse es que hay personas que quieren muy bien y que  pueden llegar a resultar bastante incondicionales. Pero la incondicionalidad de un amor a pesar de todo y contra todo (incluso desarrollado en ámbitos de violencia) no es admisible ni tampoco real, debido a que en la vida ante determinados actos existen una serie de consecuencias. De hecho, el reforzamiento positivo o negativo tienen un papel importante en la consecución de nuestros vínculos. Es más, ante una situación de maltrato, ni el maltratador ni la persona maltratada pueden esgrimir la incondicionalidad del amor como argumento para mantener el vínculo, porque ello quiere decir que en el seno de esa relación algo no está funcionando. En este sentido, la respuesta a un maltrato nunca puede ser un amor con tintes incondicionales. 


Laura Rojas Marcos
Psicóloga
Doctora en Psicología, investigadora y conferenciante, Laura Rojas-Marcos ha trabajado como psicóloga en diversas instituciones en Estados Unidos y España. Fue voluntaria para la Cruz Roja ofreciendo asistencia psicológica a las víctimas del 11-S.
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