15/8/2021
"La fuerza que te habita (San Ignacio de Antioquía)", de Miguel Ángel Montezanti
Lucas Margarit
Reseña acerca del libro"La fuerza que te habita. (San Ignacio de Antioquía)" de Miguel Ángel Montezanti realizada por Lucas Margarit.

El nuevo libro de poemas de Miguel Ángel Montezanti conjuga a lo largo de sus diez secciones una serie de registros que van desde el tono coloquial y cotidiano hasta las referencias a la erudición aprehendida durante tantos años de lectura y reflexión. De las marcas de la oralidad hasta la presencia de lo sensorial y lo inmediato. 


Esta perspectiva más empírica quizá se vea ya desde el comienzo, en el apartado titulado “Vecinos” donde los poemas nos proponen una suerte de descripción de una serie de paisajes melancólicos donde se recorre con la vista un espacio y la descripción se modula a través de la melancolía o de la desolación, el cambio, la memoria y la historia. Pasamos de Berisso a Santiago de Chile, de Ensenada a Montevideo. Siempre esperando la imagen precisa y, en cambio, los poemas nos ofrecen la impresión de un yo inmóvil que mira y que desea alcanzar la experiencia de recuperar ese momento en que las imágenes se proyectan y se apuntalan sobre el papel. La experiencia así se desenvuelve en la palabra que se dice, porque la palabra es también el espacio en el poema:


Para decir “Ensenada”

es necesario tener la boca ancha.

Se insinúa a media voz en la “e” repetida

y se abre a pleno en la “a” de “-nada”.

Acá “nada” no es “nada”:

“Nada” es amplitud, grandeza y bonhomía,

la que respiran las riberas verdes. (“Ensenada II”, p. 25)


La siguiente sección, “El hijo impródigo” intercala mitos antiguos y modernos, recupera la historia no contada de Sócrates, el lado inverso de un poema de Owen o la apropiación del personaje mítico Hildebrando estableciendo un final determinado por el patetismo trágico del conocimiento. El cambio de registros opera en este conjunto como una serie de acercamientos a la reflexión del poeta frente al sentido de lo leído y de qué modo se modifica a partir de esta perspectiva personal sobre el objeto. Leamos los primeros versos de tres poemas de esta serie:


Contaré yo de Sócrates la muerte.

No seguiré a Platón en mi relato (“Sócrates”, p.32)


Otra es la historia de mi Prometeo

que el fuego dio a los hombres y a los dioses. (“Prometeo”, p.34)


Esta vez el que muere es Hildebrando.

Su espada en la batalla triunfadora

es igual que en la saga: treinta años

en que el padre y el hijo no se vieron. (“Hildebrando”, p.36)


Cada poema es una reconversión de la herencia y de la tradición. La experiencia de lectura es también un modo de acercarse a lo cotidiano, de traer aquel pasado a un aquí y ahora centrado en el poema. La siguiente sección nos lleva otra vez a lo inmediato de la empiria y de la materia, lo que necesita un nuevo uso de la palabra. Las marcas de oralidad se aglutinan: el verso “Póngale un gancho: acá́, en la crucecita” (p.41) o el título “Una de cal” que remite a una expresión coloquial. Montezanti va hilando de este modo diferentes contactos con el mundo y con la palabra. La experiencia de lo poético es, de este modo, la experiencia del intercambio de registros en el lenguaje poético. Lo cual también permite la reflexión sobre la propia escritura y la experiencia con la palabra, que es uno de los temas de la sección siguiente “Folia et Follia”: de la lectura a la escritura. De este modo, una pregunta va recorriendo este volumen de poemas: “¿Qué separador / entre lo ya leído y lo que queda?” (p. 49). Lo que nos conduce a ¿qué queda por leer? ¿Qué queda por significar? El octavo poema de esta sección, “Coleridge”, es un buen ejemplo de lo que estamos comentando. O también en “Espronceda” (p.59) donde lo inmediato de la referencia al balneario “Las Toninas” deviene en parte de la tradición poética (Homero) y lo poético se transforma así también en lo inmediato.


Una de las secciones más interesantes del libro es la titulada “Árboles” donde la descripción es también un enlace a lo literario (Sauce / Desdémona, por ejemplo) o una puesta en escena de la variedad que los árboles sugieren al poeta en el instante en que la imagen poética tiene lugar: 


Allí́ están, mis custodios. Sus penachos 

se mezclan con la lluvia y con el viento; 

mis cipreses son dedos trabajosos

que quieren empuñar a los relámpagos, 

que se abren al agua tormentosa,

que le crean al viento de la noche

unas cuerdas de arpa funeraria;

sin hacer alharaca, sigilosos,

sin los gemidos de árboles histriónicos, 

los míos van callados por el tiempo. (“Cipreses”, p. 67)


Un aspecto que también se repite en una serie de poemas es el uso del pronombre posesivo: el yo expone de modo directo la relación que establece con sus héroes y personajes nacidos de la lectura (“mi Prometeo” p. 34; “mi Hadebrando” p. 36; “mi pampa inmensa” p.88), como también la relación que el “yo” crea con los objetos que percibe. Este uso de los posesivos enfatiza la noción de apropiación poética que ya hemos mencionado en párrafos anteriores y que en estos poemas también se presentan como la revelación de un sujeto que establece un punto de vista determinado.


“In memoriam” se conforma de cuatro poemas donde pasado, vida y recuerdos se van agolpando verso a verso. Aquí ya no está el pasado de la tradición literaria, sino el pasado que nos convoca en el día a día y que entra una vez más en el verso y explota contenido como la experiencia de la nostalgia. Quienes no están aparecen otra vez en el recuerdo que es en estos poemas palabra.


Uno de los tópicos más frecuentes cuando se menciona la actividad de nuestro poeta, es la referencia a sus traducciones de Shakespeare y otros autores de lengua inglesa. “This Little World” y la referencia a Ricardo II de William Shakespeare es un ejemplo de lo que estamos afirmando. Esta parte del libro se detiene en Bath, en la casa de Jane Austen. Un poeta que viaja y recorre, que anexa otra vez la literatura a la experiencia, la palabra con el viaje. Un viaje geográfico y en el tiempo, un punto donde confluyen Jane Austen, los romanos y Chaucer junto a la presencia de la palabra de Quevedo y los turistas. ¿Cómo recorrer un territorio adosado a la experiencia lectora del poeta? ¿Cómo armar el mapa de los registros y de los recuerdos?

La sección “Orión” nos depara otros recorridos que son a su vez una llegada al cielo y a la noche. 


Tal vez sea la comba del mar que me hace trasladarla al cielo. 

El gran arquero quisiera arrimarse

a nosotros, los hombres,

a mí, que contemplo desde la playa. (p.89)


Y los versos continúan remarcando la experiencia del yo poético con lo que lo rodea, libros, noche, playa, cuerpo. Cada vez más, un cuerpo se detiene a mostrarnos cómo puede observar aquello de todos los días con otra mirada, atravesada por la “cita” y la “referencia”, pero no desde la erudición vacía, sino como una clara reincorporación de lo literario a través de la lectura.


Shakespeare es el título de la anteúltima sección y es clara y evidente la cercanía del autor con el poeta isabelino. En este grupo cada poema es una posible lectura de una obra de Shakespeare, no cerrada, sino abierta hacia otros textos y también hacia quien lee los poemas del conjunto. La serie de referencias le permite nuevamente encontrar una interpretación diferente. ¿Es una reescritura? ¿Es un comentario como decía W.H. Auden en su The Sea and the Mirror? Y de la reinterpretación pasamos al último texto de esta serie que es un comentario irónico sobre un viaje a un congreso académico sobre la obra de Shakespeare rescatando el lado más directo y menos crítico de la obra. La experiencia de lo inmediato que es en el poema: “un Greensleeves, tocado en un charango” (p. 99).


El libro se cierra con la sección que da nombre el volumen y donde vemos que los tópicos mencionados en las secciones anteriores tienen también su lugar como una continuación necesaria del volumen. Aquí también se entrelaza la experiencia y los autores leídos y traducidos, Shakespeare, Kathleen Raine, Unamuno, Baudelaire; artistas como Miguel Ángel o Leonardo o, incluso referencias a santos como Basilio o Teresita de Lisieux. Todas estas marcas referenciales coexisten junto a una imaginaría de lo cotidiano, donde el yo poético va construyendo con una mirada solitaria el conjunto y cada paisaje donde apoya las palabras reconstruye necesariamente una experiencia pasada.


En La fuerza que habita Montezanti nos propone un libro donde la nostalgia toma lugar y recupera un pasado atravesado por el verso de los “otros” que han sido leídos y pensados, pero también donde la asimilación de los sentidos se presenta en los modos en que el pasado interfiere en la experiencia, es decir: nos muestra también cómo se puede construir un mundo con un tejido de hebras de tradición y empiria. Donde se conjugan las relaciones entre padre hijo, entre angustia e influencia.


Lucas Margarit
Filósofo y poeta
Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires, su tesis trató acerca de la poesía de Samuel Beckett. Es poeta, docente e investigador en la cátedra de Literatura Inglesa de la UBA.
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