En el año 2019 salía un libro al mundo titulado Philosopher of the Heart: The Restless Life of Søren Kierkegaard (Allen Lane / Penguin ). La autora era Clare Carlisle, profesora en el King´s College de Londres. Ese libro recibió premios importantes y el reconocimiento social. En el año 2021 se ha traducido y presentado en lengua castellana gracias a la editorial Taurus y la traducción de Abraham Gragera. El título traducido es El filósofo del corazón. La inquietante vida de Søren Kierkegaard. Lo que aquí os presento son algunos de los comentarios que esta nueva biografía.
El objeto de este libro queda reflejado al comienzo: “Este libro viaja junto a Kierkegaard en pos de la «cuestión de la existencia» que lo alentó y lo abrumó a partes iguales sin cesar hacia delante: ¿cómo ser humano en este mundo?” (Charlise, 15). Creo que es el principal acierto del libro, situar el núcleo de la vida y obra kierkegaardiana en indagar cómo vivir como un ser humano en el mundo. A veces se ha entrado a la vida y obra del pensador danés desde algún libro en concreto, por ejemplo, Temor y temblor o La enfermedad mortal. Otros las han querido pensar desde la angustia, la muerte, el existencialismo, el suicidio, el pecado, la fe. El tema central de la obra kierkegaardiana es, a la vez, cómo ser humano y cómo ser cristiano. Sin distinción y sin confusión, si se me permite la expresión, deben ser abordadas estas cuestiones.
La autora confiesa en el prólogo que el editor le indicaba que ella estaba concibiendo una “biografía kierkegaardiana de Kierkegaard” (Charlise, 16). No sé muy bien la idea que el editor y la autora tienen sobre esto, por lo que no me atrevería a decir si lo ha conseguido o no. La precaución que debe tenerse es no querer suplantar la vida de una persona, sus intenciones, traumas y alegrías. Nadie puede ponerse en la piel de otra y, menos aún, poder escribir una biografía perfecta si por ella se debe entender no sólo contar lo exterior, sino la vida interior que la sostenía. Nadie ve todo lo secreto de la vida subjetiva. Y esto puede que tenga que ver mucho con la precaución que tuvo Kierkegaard a la hora de escribir.
Es muy peculiar la estructura de esta biografía. Después de un prólogo que sitúa el sentido y alcance de este texto, el primer capítulo arranca en el año1843. La segunda toma como eje el año 1848. La tercera y última parte es desde 1849 hasta el final de sus días. La autora introduce al final del libro un capítulo dedicado al más allá de Kierkegaard y una oración kierkegaardiana de su libro Los lirios del campo y las aves del cielo (Charlise, 334). En lo que se refiere a la edición en castellano, que es a la que tengo en frente, ha puesto las notas al final para favorecer la lectura del texto. Sin embargo, para los que queremos ver los fundamentos de ciertas afirmaciones es bastante tedioso tener que recurrir al final del texto para confirmarlo. Es de agradecer las ricas notas, referencias bibliográficas, el índice temático. Todo esto hace que esta biografía sea una referencia seria dentro de las que se han escrito con ocasión del bicentenario del nacimiento de Kierkegaard.
¿Por qué la autora nos pone estos ejes temporales, dándole importancia decisiva a 1843, 1848 y de 1849 en adelante? Una de las razones, si no la más importante, es el momento vital vivido por Kierkegaard en esos años. La primera etapa nos relata una época feroz de miles de páginas escritas en escasos años, envuelto en decisiones personales de alto calado como la de Regine Olsen. El año 1848 viene marcado, según la autora, por la experiencia de la muerte y la posible inminencia de ella en la vida del pensador danés. La última etapa se refiere al silencio y al conflicto vivido por Kierkegaard con la iglesia y la sociedad danesas. Hay un texto kierkegaardiano que ilumina esta estructura peculiar e interesante: “Aunque la vida pueda comprenderse mirando hacia atrás, debe vivirse hacia adelante”. La autora elige esta cita como esencial y ella da título a las diversas partes centrales del texto.
Me gustaría indicar algunas virtudes de esta biografía de 400 páginas. En primer lugar, no se acerca a Kierkegaard como si él fuera un moralista o un santurrón. Lo indica la autora explícitamente y me parece muy oportuno. Algunos escritos sobre el autor danés leen sus textos en clave voluntarista, irracionalista, fideísta. Eso no significa que Kierkgaard no aborde cuestiones decisivas sobre la dimensión ética, la libertad, el bien y el mal, las virtudes, etc. Pero es un error grave leer sus discursos como moralizantes. Lo ético es estructural en su obra, de ahí que sea muy acertado focalizar el libro en la tarea de llegar a ser un existente, un individuo. Apuntar esto y no sucumbir a lo moralizante me parece decisivo. Por otro lado, Kierkegaard no hizo apología ni sermones, aunque la autora a veces llama así a los discursos edificantes. El autor danés no se consideraba autoridad y, por ello, sabía cuáles eran los límites de su aportación. Kierkegaard sufrió y conocía a gente que sufría. Eso, puede, que le ayudara a no ser un santurrón que piensa que el mundo, o la iglesia, es el infierno o el paraíso. Ni una cosa ni la otra.
El segundo aporte de esta buena biografía es que no olvida toda la obra publicada por Kierkegaard. Ni los escritos llamados pseudónimos ni los firmados por Kierkegaard. Ambos aparecen jalonando las ideas y los sucesos históricos. Aparecen también los papeles, cuadernos, notas y miles de escritos que se recogen en sus Diarios. Es de agradecer que se considere la obra lanzada al mundo como clave para narrar su biografía. Estos textos son convenientes para todo aquel investigador o investigadora que quiera acercarse a su vida. No se puede amputar su obra reduciendo su pensamiento a lo que aparece en su pseudonomia, o reducirlo a sus Discursos, pero paganizándolos, como es costumbre en algunos ambientes heideggerianos. La autora intercala muy bien los textos pseudónimos con los demás. Evidentemente, si habláramos de un artículo o libro ensayo habría que matizar más y mejor las fuentes que se usan en cada momento. Pero en una biografía esta manera de escribir ayuda a dejar abiertos caminos de lecturas y no sucumbe a dar explicaciones únicas de los acontecimientos de su vida.
Mi profesora de danés en Madrid decía que no se atrevía a traducir a Kierkegaard por dos motivos. En primer lugar, por la riqueza del lenguaje que usaba el pensador danés. Pero, por otro lado, porque hacía falta saber filosofía y teología para poder traducirlo. Esta obra sabe que sin filosofía no se puede comprender la obra de Kierkegaard. La teología aparece de una u otra manera en estos capítulos. Se agradece a la autora el conocimiento que tiene porque ayuda a ver los temas esenciales de la historia del pensamiento que aparecen en la vida de Kierkegaard.
Es peculiar, y ayuda a leer la biografía con facilidad e interés, el ir intercalando ideas, libros, hechos de su vida, interpretaciones, pasado, futuro. Al hacerlo así consigue varios efectos en el lector. En primer lugar, que esta vida humana concreta, tanto la de Kierkegaard como de quien lee y escribe, tiene sentido y sentidos. En segundo lugar, que sus libros eran escritos y leídos por Kierkegaard. Él no sólo era el escritor, sino que era una forma de dialogar con los demás, con él mismo y con los acontecimientos del mundo. En tercer lugar, que su vida era lo que Kierkegaard intentaba pensar y sacar delante, además de las personas que habitaban en su interioridad. La tarea de llegar a ser humano no era sólo un tema para Kierkegaard, sino su tarea diaria. Llegar a ser cristiano y un ser humano no convirtió a Kierkegaard en un parágrafo de sus libros o sistema. Su riqueza en la escritura expresa un respeto inmenso por la pluralidad y riqueza humanas. No hay una única manera de vivirse como humano o llegar a ser cristiano. El sistema no cabe aquí ni como resultado ni como camino.
El tono del último capítulo, más personal, invita a leer a Kierkegaard. Lo que una biografía buena debería sugerir, y esta lo consigue con creces, es ir al autor y sus obras. El último capítulo tiene un tono más íntimo porque la autora nos cuenta su llegada a Copenhague. No todos tenemos la convicción de que esta ciudad tan querida para Kierkegaard haya reconocido el valor del pensador danés. Hay otros autores u otros acontecimientos históricos que reciben mayor reconocimiento en la ciudad. Si hablamos ya de su presencia en los centros filosóficos, la tristeza nos araña. Tampoco tenemos una alta valoración sobre el centro de investigación kierkegaardiano, como lugar donde esté todo lo que se escribe sobre el autor danés en las diversas lenguas y el lugar más apto para estudiar su filosofía y teología.
Hay algunas cuestiones que me resultan más estridentes en este libro. Posiblemente se deberá a mi manera de leerla. A veces, la autora se excede o deja caer juicios personales o de intenciones que uno no sabe de dónde salen o cuáles son su justificación. No me atrevería a insinuar si la vida de Kierkegaard fue un error (Charlise, 244). Podría haber tenido más precaución en algunos momentos, son los menos, para evitar deslizarse por esa pendiente que lleva a poner en Kierkegaard lo que no pasa de ser una hipótesis más o menos creíble. Unido a este punto está el que anteriormente he mencionado. A veces, al analizar la vida del pensador danés, se usan fragmentos de su obra para interpretar su vida o viceversa. Es difícil y complejo recorrer este camino. La posibilidad de hacer interpretaciones psicológicas atrevidas hace que sea un riesgo que no me atrevería a tomar.
Aunque he mencionado anteriormente que la autora en su buena biografía usa las diversas obras kierkegaardianas, los discursos edificantes podrían tener un peso mayor a la hora de expresar sus ideas. Se agradecen las referencias constantes y repetidas al lugar esencial de Copenhague y la Iglesia de nuestra Señora de Copenhague, los personajes bíblicos que jalonan la obra de Kierkegaard. Teniendo presente el enfoque desde el que se escribe esta obra, los discursos edificantes le hubieran podido ayudar a profundizar en algunas ideas claves del amor, de la alegría y la fe.
El objeto de mi escrito es invitar, sin lugar a duda, a leer esta obra. Merece, y mucho, la pena. Tanto para los que llevamos años leyendo su obra, como para los que se acercan a su vida. La escritura es ágil, la lectura es amena y te atrapa. En este libro podrá descubrir textos e intuiciones profundas y sugerentes para la tarea de vivir o para seguir pensando su obra.
El libro comienza con una frase del Postscriptum no científico y definitivo a «Migajas filosóficas»: “Una relación amorosa siempre instruye sobre el sentido de la existencia”. La vida le dio que pensar a Kierkegaard. Tanto la vida de sus compatriotas, como la suya propia. Los acontecimientos que jalonan su vida le ayudaron a pensar cómo vivir en su mundo, pero no conforme a lo que el mundo esperaba. Amar o que te amen es un acontecimiento decisivo en la vida del ser humano. Para Kierkegaard, lo fue. Hay cosas que sólo se aprenden cuando la vida te zarandea con alguna experiencia realmente relevante. Este libro nos deja ver algo de lo que fue la vida del pensador danés, de sus alegrías y amores, temores y esperanzas. No es la biografía, porque no tendría sentido hacerla sobre un autor que sonreía y bailaba ante el sistema. Ninguna biografía lo puede pretender. Si tomamos así este libro, nos ayudará a ver otros matices de la misteriosa vida y obra de Kierkegaard. Lo exterior no siempre refleja el interior. Con esa precaución le invito a leer este magnífico libro que seguro no le dejará indiferente. Ojalá le anime a leer las obras de Kierkegaard y estas le ayuden en la tarea que tenemos entre manos, la tarea esencial, la de llegar a ser humano.