10/8/2021
Hermenéutica de la acción futurizante
Daniel H. Castañeda y G.
Reflexión acerca del método cognoscitivo adecuado a la hora de dar cuenta del modo en que se conoce la acción humana y su contexto.

Desde hace algunos años he estado tras la pista del método cognoscitivo de las ciencias de la acción; es decir,de la manera en que se conoce la acción a realizarse, propiamente su objeto, para la consecución de un fin. Esta búsqueda tiene su origen en mi paso por la facultad de derecho, en la cual era muy común explicar que las acciones humanas (en ese caso las acciones justas) consistían en la conclusión de un silogismo,cuya premisa mayor era la ley y la menor era el caso concreto. Desde luego esta rudimentaria explicación no daba cuenta muy clara de cómo se concatenaban los términos mayor y menor de las premisas, su extensión, su universalidad y particularidad, etc.

Con el paso de los años me fui percatando de que esta explicación silogística era la síntesis de una multiplicidad de doctrinas yuxtapuestas sin distinguir sus contextos argumentales ni sus momentos históricos, además de una ausencia total de apoyo en la teoría del conocimiento. Sin embargo, lo importante de esta indagación es que me ha llevado a caer en cuenta de la confusión terminológica y conceptual que reina en la investigación sobre la estructura metodológica de la acción, es decir, de la parte más científica de la acción, que curiosamente Tomás de Aquino denominaba quasi syllogistica, como si fuera silogística.

La característica de los estudios en este terreno, no solo de la racionalidad jurídica, sino en general de la elección racional y toma de decisiones, es la asimilación de la acción y de sus principales momentos, la deliberación y la decisión, a la lógica. Me parece que los estudios en este terreno sufren un atasco funcional retroalimentante que se pretende salvar con “innovar” esta explicación logicista desde el autor o autores en boga o con los términos y desde la temática también en boga; arropadas estas explicaciones con una creciente erudición. Cada vez se citan en esta explicación logicista más y más autores, ampliando más y más las lenguas de los estudios citados, como queriendo sustituir con estos extremos la falta de una respuesta no tan fácil de encontrar. Al final, el resultado de estos estudios es una doctrina que no explica la acción y que ha de acumularse al caudal de erudición que ha de ser tomada en cuenta por el siguiente estudioso. Ciertamente se asoma en la literatura no jurídica una alternativa a este logicismo recurriendo a la emocionalidad, los hábitos, virtudes y ética, inteligencia artificial, modelos matemáticos, etc. Sin embargo, habrá que evaluar la consistencia de sus nociones cognoscitivas centrales, cuestión que habrá que dejar para otra ocasión.

A mi parecer, el filósofo español Leonardo Polo es quien aporta aspectos que permitirían a la investigación sobre la cientificidad de las acciones salir de ese atasco funcional en el que la ha metido el logicismo, la hipererudición, el academicismo exacerbado, y lamentablemente también el autoritarismo intelectualista. Este autor no tiene una obra en la que se dedique sistemáticamente al desarrollo y tratamiento de este tema, sino que deja pistas dispersas por su basta obra.

Una primera pista que es en la que me centraré en esta oportunidad es la hermenéutica. En la actualidad podrían llenarse bibliotecas enteras con estudios sobre esta disciplina, su historia, autores, perspectivas contemporáneas y mil derroteros más. No obstante, Polo parece estar más acorde con el modo en que la filosofía griega entiende la hermenéutica. Incluso pareciera interpretarla de una manera distinta a como lo han hecho hasta ahora, especialmente desde Gadamer, cuya visión parece ser la dominante.

Es común entre los estudiosos considerar que la hermenéutica desde la época clásica era entendida a grandes rasgos como en la actualidad, o sea, un saber que pretende averiguar el pensamiento que hay detrás de los textos; por ende, que va de la palabra a la averiguación del pensamiento que la expresó[1]. No obstante, para los griegos la hermenéutica también está asociada a la experiencia de transferir mensajes, es decir, como la práctica de la transmisión y mediación, que en Aristóteles se concreta como una teoría de la expresión[2]. Esta segunda visión de la hermenéutica, como expresión, la consideraría como el saber que elabora el medio para transmitir el pensamiento; esto permitiría considerar que la hermenéutica no solo es una técnica de averiguación del pensamiento por medio del lenguaje, sino el lenguaje mismo que expresa y transmite el pensamiento humano.

Para Polo, el lenguaje es una creación práctica, en particular una técnica de segundo nivel que tiene la finalidad de dirigir a las demás técnicas [3]. En base a esto, la hermenéutica consistiría en un lenguaje expresado de manera reglada, de modo que permita conocer la articulación del plexo de los medios y referirlo al cognoscente, o sea, establecer una relación entre los medios que se tienen al alcance y de estos con el fin al que tiende el cognoscente. Esto da cabida a la libertad y al futuro no desfuturizado, que es la dimensiónan tropológica de la acción, sobre lo cual se apuntará algo más adelante.

Esta consideración de la hermenéutica permite aclarar la “naturaleza” del concepto práctico. Esto se debe a que podría reconocerse una cierta identificación entre la llamada simple aprehensión o concepto práctico con esa expresión lingüística reglada o lenguaje hermenéutico. El concepto o simple aprehensión práctica no puede ser el universal o concepto teórico, pues eso es lo conocido por el acto de conceptualización teórica, sino que es más bien la comprensión de un mixto o complejo. Es decir, el concepto práctico no conoce el universo físico sino el plexo de los bienes o medios elaborados por la acción humana; no es, por tanto, un universal sino un hermenéutico.

En un esclarecedor párrafo Polo se cuestiona con qué actos se conocen los bienes, y afirma que “hay muchos bienes mediales coordinables, o mejor, realmente inter-intencionales (…) Prefiero la palabra plexo: los medios no son cosas separadas, aisladas, sino que forman plexo. Por eso, la razón práctica no conoce cada medio intencionalmente; más que de un concepto universal se trata de una comprensión. Comprender significa aquí engolfarse en el plexo destacando o discerniendo la pluralidad de medios de acuerdo con la inter-intencionalidad que le es inherente —el martillo remite al clavo—; se comprende que el martillo como cosa aislada no cumple los requisitos del uso”[4]. A partir de esto, es posible aceptar que el concepto práctico o comprensión es algo hermenéutico o la hermenéutica misma, pues permite conocer los bienes mediales en cuanto que configuran un plexo, en cuanto que un medio remite a otro.

Este acercamiento con el concepto práctico enlaza con otras afirmaciones de Polo, en las que habla del entendimiento clásico de la hermenéutica como el conocimiento de unas cosas con otras, algo por lo demás cercano a la práctica de la transmisión y mediación. Esto reforzaría la “naturaleza” del concepto práctico no como un universal, uno en muchos, sino como un hermenéutico, uno remitente a otro, y su carácter lingüístico. Así, sostiene Polo que “la estructura de los medios (remitir unos a los otros, y sólo ser conocidos así) indica claramente una complexión típica que es el lenguaje. El medio por excelencia es la palabra. Cada conexión entre instrumentos materiales es un caso, una particularización, a la que el lenguaje es aplicable. Lo mismo que el dinero es el medio que permite la generalización de los intercambios, el lenguaje es el conectivo general de los plexos mediales en cuanto comprensibles. Este es el significado primario de la palabra griega hermenéutica,que se suele traducir por interpretación. Hermenéutica, en griego, no significa exactamente eso, sino aquella articulación de la razón según la cual se entiende una cosa con otra: no se entiende en sí misma, sino en tanto que esa cosa remite a otra. Este modo de entender es imprescindible para la razón práctica. Por tanto, lo mismo da decir que los medios constituyen un plexo que decir que el ser del medio es hermenéutico”[5].

Esto indica que la remitencia entre los medios se debe al lenguaje o palabra, de manera que cada conexión concreta entre un medio y otro se descubre en la palabra, o se establece por la palabra. Hasta tal grado es esto así que el lenguaje es conectivo en cuanto su comprensibilidad o debido a que es una comprensión. Por esto, si el sentido griego de la hermenéutica es “articulación de la razón según la cual se entiende una cosa con otra”, el lenguaje es lo hermenéutico, o que lo hermenéutico o conexión se descubre por el lenguaje. Esto quedaría corroborado con el hecho de entender “que los medios constituyen un plexo, que decir que el ser del medio es hermenéutico”. Esto es que el ser del medio es hermenéutico, los medios son remisibles unos a otros, los medios son lingüísticos. Por ende, hay una imbricación entre bien medial, la hermenéutica y el lenguaje.

La hermenéutica sería, por tanto, el saber que descubre la interconexión medial, o sea, el saber que estudia el lenguaje en tanto que descubre la concatenación de los medios entre sí y hacia el fin o el lenguaje mismo con el que se remite a los medios y que permite la concatenación entre ellos. Por esto es que cuando Polo sostiene que la hermenéutica en griego significa “aquella articulación de la razón según la cual se entiende una cosa con otra”, pareciera que la hermenéutica se trata de un objeto, motivo por el que es posible entenderlo como el concepto práctico.

Para finalizar, cabría apuntar que el objeto práctico es el objeto de la razón práctica, y es intencional con respecto a asociaciones imaginarias, no con respecto a aquellas de la imaginación pura, sino con respecto a las asociaciones de la imaginación reobjetivadas por su operación gracias al influjo de la memoria y de la cogitativa. Estas intenciones permiten una asociación imaginaria en la que pueda recorrerse del pasado al futuro de los medios particulares. A partir de los conceptos hermenéuticos, articulantes del tiempo,se desencadenan los siguientes actos de la razón práctica, como el consejo, que, a partir del bien a conseguir, delibera resolutoriamente, o sea, hacia “atrás” para encontrar los medios que precisamente llevan al fin, y finalmente la elección y la ejecución de la acción.

Lo importante de esta articulación temporal radicaría en que la hermenéutica permite dar razón del pasado; no solo en cuanto que el estudio de las palabras permitiría entender los contextos y el pensamiento en que tienen su origen la expresión, sino, principalmente, en que permite entender el pasado humano. Esto indica que la hermenéutica posibilita asumir y “reanudar la historia, dar razón del pasado”, lo cual “es ante todo entenderlo: hermenéutica. Pero entenderlo de tal manera que el pasado, que es un lastre, porque no hay más remedio que entenderlo, sea compatible con el carácter de novedad de la libertad incoativa, de tal manera que si, efectivamente, se asume ese peso, se sacarán a luz cosas que no estaban antes”[6].

Esto no solo se refiere al avance de la técnica y de la tecnología, sino a algo que tiene fuerte calado antropológico, por ende, no a la posibilidad factiva sino propiamente a la posibilidad activa, pues “en el disponer esencial el pasado se transforma en posibilidad”[7].Esto significa que la hermenéutica es no solo una remitencia de unos medios (actuales) a otros, sino de medios del pasado con los del presente para lograr el fin, que es futuro, lo cual manifiesta “el carácter abierto del tiempo histórico a través de la discontinuidad de los comienzos, de las disposiciones de la esencia humana en la historia”[8]. Por ende, la hermenéutica no es solo un saber meramente filológico, sino antropológico, pues permite reconocer que “hay peso del pasado y yo estoy en el paso de dar razón de él; pero sólo puedo dar razón del pasado cuando descubro posibilidades desde él, posibilidades que el pasado no encierra, posibilidades que los que me dejaron el pasado no sabían tampoco. Me parece que éste es el sentido profundo que tiene la hermenéutica”[9], o sea, un sentido antropológico.

Con esto parece que Polo echa mano de la hermenéutica en los dos sentidos presentes en los griegos, y en Aristóteles en particular, como expresión del pensamiento y como el ir de lo expresado al pensamiento; sin embargo, Polo reconoce en esto un aspecto antropológico y no solo técnico. Así pues, la hermenéutica es un tema ligado a la libertad, y por ende, a la acción futurizante.

 

 


[1] Grondin, J., ¿Qué es la hermenéutica?, Herder,Barcelona, 2008, 22 y ss.

[2] Ferraris, M., Historia de la hermenéutica, 2ª., ed.,Siglo XXI editores, México, 2005, 13-14.

[3] Polo, L., Ayudar a crecer, Pamplona, Eunsa, 2006, 84-5.

[4] Polo, L., Antropología trascendental, Pamplona, Eunsa, 2016, 441.

[5] Polo, L., Filosofía y economía, Pamplona, Eunsa, 2015, 336-7, énfasis añadido.

[6] Polo, L., La libertad trascendental, Pamplona, SPUN, 2005, 141.

[7] Idem.

[8] Ibidem, 142.

[9] Ibidem, 143, énfasis añadido.