6/9/2022
Entrevista: Acogida y diversidad sexual
Francisco Javier de la Torre Díaz
No es que sólo seamos herederos de nuestra genética, sino que de algún modo contribuimos a la construcción de nuestra identidad sexual.
Entrevista realizada por: Juan Pablo Martínez Martínez

Véase también entrevista realizada a Juan José Pérez Soba: https://www.hapax.ac/post/entrevista-como-humanizar-la-sexualidad-en-el-mundo-de-hoy-2

Hablamos con el Doctor Francisco Javier de la Torre Díaz, director de la Cátedra de Bioética y del Máster de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas, y presidente del Comité de Ética de esta misma universidad, acerca de la humanización del ejercicio de la sexualidad y su vivencia en un contexto de complejidad y vulnerabilidad.

1. ¿Cuál es el diagnóstico que hoy se podría realizar acerca de la vivencia o vivencias de la sexualidad en la sociedad actual?


Para poder dar cuenta de esta cuestión, resulta necesario entender que hoy, en nuestro contexto actual, vivimos en una sociedad donde el ejercicio de la sexualidad ya no vincula. Constituye, por lo tanto, una actividad individualizada en la que los hombres y las mujeres son capaces, tienen a disposición de sí el practicar sexo ocasional, pero, a la vez, esos mismos hombres y mujeres experimentan en la realización sexual dificultades importantes a la hora de establecer vínculos duraderos con sus parejas sexuales. 

Por otra parte, y ligada a la cuestión anterior, no hemos de perder de vista que en nuestra sociedad los conceptos de sexualidad, matrimonio y amor se entienden y se viven de un modo fragmentario. A ello han contribuido y no en menor medida dos hechos científicos innegables: por un lado, la anticoncepción y,  por otro lado, la reproducción asistida. Ambas han permitido, han creado las condiciones de posibilidad para que se pueda dar o bien un ejercicio sexual sin hijos o bien la consecución biológica de hijos sin necesidad de la realización del acto sexual. 

A la complejidad de todo este diagnóstico, habría que añadir un elemento más: Hemos creado sociedades en las que la sexualidad se ha convertido en algo central. Incluso se ha procedido a una divinización de la sexualidad, a una cierta mitificación de todo aquello que tiene que ver con el sexo. Hemos pasado de una tradición cultural anterior en la que la expresión erótico-sexual era reprimida y el valor de la muerte se expresaba más claramente (visitas a difuntos,...) a otro paradigma cultural en el que se reprime la muerte, el hecho de ver la muerte, pero se manifiesta con mucha facilidad el valor espontáneo del eros, del sexo. 


Por último, no podemos acabar este diagnóstico sin señalar los efectos que Internet y la pornorgrafía introducen en la vivencia de la sexualidad y la construcción de la propia afectividad, sobre todo, en todo aquello que tiene que ver con la percepción del cuerpo propio, reflejada en la preocupación de muchos jóvenes y adolescentes por expresar y manifestar el cuerpo perfecto en el modo del ejercicio concreto de su sexualidad.   


2. ¿Cuáles serían las claves humanas para acoger y vivir la complejidad en la que se desenvuelven las relaciones sexuales hoy?


Una de las claves para abordar la complejidad en la que acontecen las relaciones sexuales tiene que ver con el tema de cómo se acoge, se asimila y conduce el propio deseo. Ahora bien, debemos considerar que hoy en día vivimos en lo que cabría llamarse sociedades de la excitación, de los estímulos inmediatos, de los medios de comunicación que transmiten informaciones rápidas destinadas a generar impacto inmediato en el receptor.  Por otro lado, el contexto de nuestras sociedades está marcado por el hedonismo. A partir de estas dos premisas, la sociedad actual configura una especie de dogma según el cual la felicidad tiene que ver estricta y necesariamente con la satisfacción inmediata del deseo y, sobre todo, del deseo sexual.


Pero, frente a este dogma que hoy se impone, todos podemos recordar la frase aquella de John Stuart Mill quien señala: “Más vale ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho”. En este sentido, la felicidad no tiene que ver exactamente con la satisfacción del deseo, sino con el hecho de orientar y modular mi vida hacia mejores deseos, con la capacidad de elegir unos deseos mejores. Esta no vinculación entre la felicidad y la satisfacción de deseos inmediatos constituye uno de los criterios para abordar la complejidad sexual en el mundo de hoy.


Para evitar esta confusión entre felicidad y satisfacción, conviene educar los afectos, los sentimientos, en suma, educarse por dentro, tarea que resulta especialmente difícil en una sociedad donde todos aparentemente somos autónomos, racionales, independientes, aunque en realidad nos cueste ver la necesidad de entender y relacionarnos con nuestros propios deseos. En este punto, todos hemos de reconocer que de uno u otro modo somos analfabetos sentimentales. Y es que resulta hoy necesario entender que el deseo, además de satisfacerlo, se puede moderar, excitar, fortalecer, negar, sublimar,...


Asociada a esta primera clave, existe otra clave para lidiar con la complejidad actual en el ámbito sexual: volver a las virtudes. Las virtudes (templanza, justicia, fortaleza,..) no crean otra cosa, sino hábitos que ayudan a discernir y a trabajar sobre el ámbito de las inclinaciones del corazón. Nuestra cultura debe atreverse a entrar en serio en el ámbito de los deseos para moldearlos en base a una racionalidad práctica “distanciada” que nos ayude a ser dueños y señores de nuestra propia vida.  


Por otro lado, debe reseñarse que el fenómeno de la complejidad sexual ha de ser abordado desde una actitud integral, de integridad. No podemos vivir con distintas caretas, roles, aunque estas sean necesarias en distintos ámbitos. Es necesario, por ello, trabajar el tema de la integridad moral, entendida ésta como sinceridad, honestidad, respeto,... En este tema, resulta de especial importancia reivindicar un valor fundamental: aquel que tiene que ver con la fidelidad a los propios sentimientos. Todavía en las encuestas, a pesar de la vivencia postmoderna de la afectividad y sexualidad, la mayoría de los jóvenes siguen queriendo ser fieles y quieren relaciones fieles. En este sentido, no se puede vivir engañando y engañándonos, sobre todo, porque el cuerpo internaliza un lenguaje y cuando ese lenguaje que internaliza tiene que ver de una u otra manera con el engaño, entonces se desencadenan repercusiones en la propia vida personal. Por ello, frente a la complejidad, hay que reivindicar también la fidelidad.


Por último, no podemos dejar de recordar alguno de los valores de la ética mínima a mantener hoy en día, a pesar de la pluralidad de nuestras sociedades, como, por ejemplo, el valor de la igualdad. Todos tenemos la misma dignidad. En este sentido, conviene reseñar que las relaciones afectivas y sexuales no se pueden llegar a establecer desde la desigualdad, esto es, no pueden degenerar en relaciones de poder, coacción, manipulación, chantaje.  


3. En la actualidad la búsqueda de la propia identidad sexual parece estar marcada por una vulnerabilidad radical, una problematicidad que si bien en otros tiempos se ha mantenido latente (e incluso reprimida), ahora se ha puesto de manifiesto de un modo abierto. ¿Es ello el signo de que resulta necesaria una visión más amplia e integradora del fenómeno de la sexualidad con el fin de que la persona llegue a comparecer en ella?, ¿en qué términos debería entenderse esta visión?


En los últimos cincuenta años se han producido avances importantes en la sexología, que ha descubierto aspectos importantes que antes ignorábamos del fenómeno sexual. En este punto, resulta necesario reconocer y acoger el tema de la diversidad sexual. 


La vulnerabilidad que hoy se experimenta en la construcción de la identidad sexual tiene que ver sobre todo con una toma de conciencia real de una mayor diversidad sexual. Antiguamente las identidades sexuales estaban asimiladas con unos roles sociales que marcaban profundamente la expresión sexual. Pero la revolución del Mayo del 68 supuso un cambio radical a este respecto: permitió que el tema de la identidad sexual y el respeto a su diversidad saliera del ámbito privado y pudiera ponerse a discusión en el ámbito público, donde hasta ese momento se habían mantenido concepciones bastante estandarizadas y uniformes en lo relativo a la familia y los roles sexuales.  


Ello nos ha ayudado a entender que aspectos que antes se consideraban inamovibles en la comprensión de la identidad sexual no se corresponden exactamente con la realidad. De entrada, no podemos decir desde una consideración puramente genética que todos seamos hombres y mujeres. Es más, genéticamente tenemos un 1, 7% de personas que participan de los que se llaman estados intersexuales, aquellos que no tienen el cromosoma XY o XX en el cromosoma 23. Pero no sólo existen alteraciones genéticas en relación con la sexualidad, sino que también de uno u otro pueden darse alteraciones hormonales o síndromes psicológicos que dan cuenta del carácter no estático de la identidad o identidades sexuales. 


A todas estas consideraciones relativas a la adquisición de una mayor conciencia de la diversidad sexual, habría que añadir un elemento más en la construcción de la identidad sexual. Éste tiene que ver con la libertad. Hemos adquirido conciencia a este respecto de que no solo somos herederos de nuestra genética, sino que de algún modo contribuimos a la construcción de nuestra identidad sexual. El problema está en el peso que se le concede a esa libertad, ya que debe notarse que la libertad y toda libertad no se ejerce en el vacío, no es una libertad omnímoda, sino una libertad que crea y se ejerce sobre la base algo que también ha recibido (genética, hormonas, cultura,...)


El reconocimiento, la toma de conciencia de esa mayor diversidad sexual ha propiciado y se ha traducido en una mayor vulnerabilidad del ser humano frente a su propia identidad. Esa vulnerabilidad no ha de ser interpretada sólo en términos negativos, sino que esconde dentro de sí una dimensión positiva: una conciencia de mayor tarea, mayor responsabilidad, pero con más posibilidades de enriquecimiento, aunque ello conlleve mayores preguntas, mayores desafíos debido a una cultura del riesgo, en el que todos podemos llegar a sentirnos más vulnerables en la construcción de nuestra identidad sexual, pero también de toda clase de identidades que se forjan en los vínculos sociales. 


Debido a esta situación, resulta muy importante la presencia de personas que ayuden y acompañen con sinceridad y hondura en la construcción de aquellas identidades que se encuentran en crisis, ayudándolas a no precipitarse en la toma de decisiones.  


  1. ¿Qué puede aportar el paradigma cristiano en la acogida de las nuevas formas de identidad sexual?, ¿ resultan incompatibles los asertos bíblicos del Génesis con el respeto a otras identidades sexuales no necesariamente heterosexuales?


En primer lugar, para dar cuenta debida de esta cuestión, se debe atender a una mejor hermenéutica de los textos bíblicos. A este respecto, el tema de la homexualidad aparece explícitamente en muy pocos textos de la biblia, en concreto, solo en tres pasajes. Es, por ello, que no podemos observar o constatar una preocupación importante de la revelación bíblica y con ello, del Dios cristiano, de Abrahán y Jacob, por estos temas. De hecho, cuando aparece este tema en una perspectiva crítica en la Biblia, suele estar muy vinculado a la cuestión de los ídolos y a los cultos cananeos y romanos donde a veces se ejercía una suerte de prostitución sagrada. 


Por otra parte, el texto habitualmente citado y controvertido de Gén 2, 24 en el que se indica que hombre y mujer se unirán y serán una sola carne no está claro que se refiera a algo que se relacione directamente con la sexualidad. La palabra hebrea basar, que significa carne, no hace referencia al menos explícita al fenómeno de la sexualidad. De ahí que la interpretación más ajustada y ponderada de la perícopa (“Serán una sola carne”) tenga que ver con el hecho de hacerse familia, con el hecho de familiarizarse. Dicha interpretación es resultado de una hermenéutica contextualizada donde el uso del término carne (Esta sí que es carne de mi carne) se relaciona más con una declaración de un vínculo familiar, a saber: “tú eres de mi familia”, más allá de o al margen de todo concepto matrimonial, ajeno a la hermenéutica del texto.  

De hecho, en otros textos de la biblia, cuando se señala que, por ejemplo: “No es bueno que el hombre esté solo”, con hombre la perícopa no se refiere a varón de género masculino, sino que tiene que ver con el sentido de la propia palabra en hebreo adam que significa el terrícola, el nacido de la tierra. Por tanto, la interpretación resultante de dicho pasaje sería: no es bueno que el nacido de la tierra, el terrícola esté solo.  


En este sentido, intentar encontrar en estos textos una hermenéutica ligada explícitamente a la sexualidad desvirtúa el sentido de los mismos, cuya intención más bien es sacar a la luz una lógica de vinculación y de complementariedad, cuyo alcance o visión es más amplia que aquella que tiene ver con la diferencia sexual. Corresponde, pues, y a la luz de estas reflexiones, encontrar vías de una hermenéutica más amplia e integradora, que permita fomentar en los cristianos aquellas actitudes que tienen que ver con el respeto a la dignidad, la no discriminación, la integración y el acoger con compasión. De hecho, el Magisterio fija una serie de líneas en este sentido, todas ellas destinadas a favorecer el reconocimiento de que todas las personas somos dignas por el hecho de ser personas, condenar toda forma de violencia o discriminación y fomentar en los cristianos actitudes de acogida, más allá o al margen de actitudes paternalistas que malentienden la caridad de un modo vertical ( de arriba hacia abajo). 



  1. ¿Es necesario afirmar o postular una diferencia estricta entre el ámbito de la afectividad sexual masculina y la femenina, tal y como se hace desde ciertas concepciones psicológicas?, ¿se puede llegar a decir que una afectividad vivida homosexualmente es menos rica que una afectividad heterosexual?


Ya Carol Gilligan, en su pensamiento, ha puesto de manifiesto la importancia de una manera de comprender la feminidad que vaya más allá de la feminidad. En el pensamiento de esta filósofa, los roles y características que se le han atribuido a la mujer en la sociedad (pensamiento narrativo, interés por la concreción frente a la abstracción,...) no son exactamente propios de la mujer, sino que constituyen los roles y las características que una determinada dimensión social y cultural le ha supuesto. Y esa suposición y/o atribución se basa en el hecho de que las sociedades de algún modo se tienen que organizar y estructurar y,  de hecho, se han organizado y estructurado en base a diferencias sexuales que se pueden constatar en la realidad biológica de los individuos (cuerpos distintos, genéticas distintas,...). Ello no quiere decir que lo masculino y lo femenino no puedan llegar a organizarse de otra manera, pero lo que hay que reconocer es que hoy en día en el tema sexual sigue siendo bastante común (una concepción mayoritaria) una manera de acercarse en lo sexual, una manera de tener relaciones sexuales, una manera de experimentar la relación sexual, una manera de verbalizar la relación sexual que atiende a la diferencia hombre-mujer con los roles respectivos que se les ha atribuido tradicionalmente a ambos. Esto no implica que no se estén desarrollando hoy en día nuevas masculinidades y feminidades a causa de la fragmentación social en la que vivimos.

 


Por otro lado, para abordar el tema de la afectividad homosexual frente a la afectividad heterosexual, es necesario analizar bien el tema de la complementariedad. 


En este sentido, una de las características que culturalmente ha cambiado en torno a la concepción de la sexualidad es el abandono de una perspectiva “coitocéntrica”. Es, por ello, que el concepto de sexualidad ha evolucionado hasta el punto de dar cabida en él a la posibilidad de encuentros sexuales que no necesariamente tienen que ver con la penetración tradicionalmente entendida. Ello posibilita una comprensión más amplia y enriquecedora del fenómeno de la complementariedad. 


Desde esta perspectiva, la de una complementeriedad ampliada, sí que podemos subrayar una evidencia (más allá de todo dato controvertido con respecto al fenómeno de la homosexualidad y los aspectos negativos relacionados con ella): la evidencia de una vida lograda de gran cantidad de parejas homosexuales. 


Francisco Javier de la Torre Díaz
Filósofo y teológo
Doctor en Derecho y licenciado en Filosofía y Teología Moral. Preside el Comité de Ética de la Universidad Pontificia de Comillas, dirige la Revista Iberoamericana de Bioética e imparte clases de Teología Moral y Bioética en la Facultad de Teología.
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